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Rusia acepta ayuda exterior tras el fracaso del rescate del submarino

Los equipos de salvamento han dejado de oír señales en el sumergible

Los equipos de rescate dejaron de escuchar ayer señales de vida a bordo del submarino nuclear ruso Kursk, que sigue varado en el fondo del mar de Barents, desde el pasado sábado, con 118 tripulantes. Poco después, el presidente Vladímir Putin rompió su silencio para reconocer que la situación es "crítica" y dar la orden de aceptar ayuda extranjera "venga de donde venga". La Marina británica envió ayer, por vía aérea, un sumergible de rescate hasta el puerto noruego de Trondheim, desde donde espera alcanzar el sábado la zona del hundimiento del Kursk.

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El mal tiempo ha hecho fracasar hasta ahora todos los intentos rusos de salvar con minisumergibles y campanas de profundidad a los marinos atrapados bajo el Ártico. El sumergible británico del tipo LR5, que no ha sido probado hasta ahora en accidentes reales, tiene previsto acoplarse desde el buque base noruego Normand Pioneer con una de las escotillas del submarino y sacar a flote a sus ocupantes en grupos de 16. A pesar de que las posibilidades de hallar algún tripulante con vida disminuyen, el viceprimer ministro ruso, Iliá Klebánov, aseguró ayer que el sumergible tiene aún reservas de oxígeno hasta el día 25. Las duras críticas de los familiares de los marinos y de la sociedad rusa a la lentitud y el secretismo con que las autoridades se han comportado desde el siniestro, que tardó dos días en hacerse público, han hecho caer en picado la popularidad de Putin. Paralelamente, fuentes del servicio de espionaje estadounidense indicaron que el submarino sufrió dos explosiones antes de hundirse.

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