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CATÁSTROFE AÉREA EN LAS FUERZAS ARMADAS

Tenso funeral por los militares muertos en Turquía

Los familiares de los fallecidos en el accidente de avión llaman "asesino" al ministro de Defensa

Al llegar a la base aérea de Torrejón (Madrid), lo primero que vieron los familiares de los soldados muertos en Turquía fueron 62 coches fúnebres, uno detrás de otro. Luego accedieron a una tribuna, a pleno sol, desde la que pudieron contemplar los 62 féretros de sus seres queridos cubiertos con banderas de España. Más tarde vieron aparecer al presidente Aznar y a los ministros Trillo y Acebes, que se pusieron a esperar al Rey a escasos metros de ellos, sin dirigirles siquiera una mirada de afecto o una palabra de pésame. Cuando por fin a las seis de la tarde, tras más de una hora de llantos, don Juan Carlos y doña Sofía llegaron a la base y se acercaron para abrazarles, el ministro de Defensa intentó hacer lo mismo. Fue entonces cuando la rabia se hizo tan fuerte que superó incluso al dolor, y desde la tribuna empezaron a caer los insultos más duros: "Trillo, asesino. Has matado a nuestros hijos por un puñado de pesetas. Tú sí que fuiste a Turquía en un avión de puta madre y no en esa chatarra. Y ahora vienes aquí para hacerte la foto. Eres un sinvergüenza".

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La tensión fue en aumento. Un hombre, vestido de riguroso luto, le llegó a preguntar a Trillo: "¿Y quién nos garantiza que nuestros hijos están ahí? ¿Quién nos asegura que no se los están comiendo los cuervos en Turquía?". Los pocos que hasta ese momento habían contenido la emoción se echaron a llorar. Lo que se veía desde la tribuna no podía ser más triste. Allá abajo estaban los 62 féretros perfectamente alineados en siete hileras, pero nadie sabía a dónde dirigir la mirada buscando consuelo, cuál de ellos guardaba los restos mortales de su ser querido.

Las circunstancias que rodearon al accidente estaban muy presentes. Es más, la intención del Ejército por honrar a sus caídos no hizo más que hacer más evidente un contrasentido muy doloroso. Los 62 ataúdes fueron traídos desde Turquía en tres Hércules C-130 flamantes, que quedaron aparcados, como si estuvieran de exposición, a escasos metros del altar improvisado. "¿Y por qué?", gritaba una mujer, "¿no trajisteis a nuestros hijos en esos, por qué si sirven para traerlos muertos no sirvieron para traerlos vivos? Sois unos asesinos".

Don Juan Carlos y doña Sofía siguieron abrazando a los familiares como si no oyeran los gritos dirigidos a Aznar y a Trillo. A su vez, los familiares se dejaban confortar por ellos, deslindando con mucha precisión su dolor y su rabia. El Ministerio de Defensa había hecho todo lo posible por revestir de la máxima solemnidad el acto. De ahí que organizara un funeral conjunto con representación de las máximas instituciones del Estado: los Reyes y el Príncipe, el presidente del Gobierno y tres ministros -Trillo, Acebes y Ana Palacio-, la presidenta del Congreso y el presidente del Senado... Pero hasta esa pompa llegó a enfadar a muchos de los asistentes, más partidarios de que los féretros hubieran sido trasladados directamente a Zaragoza o Burgos, para así evitar el doble mal trago de las dos ceremonias, la de ayer en Madrid y la de hoy en sus lugares de procedencia. "Así es el Ejército", comentaba María, la hermana de uno de los fallecidos, "no sólo es el dueño de sus vidas; también quiere mandar sobre ellos después de su muerte".

El incidente, aunque espontáneo, tardó un buen rato en remitir. Aunque algunos pidieron a gritos calma y compostura, un poco de respeto para los que allí delante reposaban, otros muchos quisieron demostrarle a Trillo que sus explicaciones no les habían convencido. Una mujer gritaba desde la tribuna: "Mi hijo ha muerto por el dinero". Y otra le respondía: "¿Para qué quiero yo ahora una medalla? Trillo, quédate tú la medalla y devuélveme a mi marido".

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La calma volvió cuando los Reyes llegaron a la tribuna y empezó la misa. A doña Sofía, vestida de negro, se la vio llorar y enjugarse las lágrimas sin disimulo. Fue su sentimiento, tan distinto a la frialdad de los representantes del Gobierno, lo que hizo que la bronca no fuera a más. Hubo quien aceptó el abrazo del Rey y un minuto después retiró su mano para que Aznar no la estrechara.

En la homilía, el arzobispo castrense envió un mensaje de consuelo a quienes "llevan sufriendo estos tres días de agonía". Pero no había más que mirarlos a la cara para comprobar que estaban como idos, machacados por el sufrimiento. De pronto, una mujer joven vestida de luto abandonó la tribuna, corrió entre los féretros y se abrazó a uno de ellos. Un militar y un enfermero fueron a recogerla entre la emoción de los otros familiares. Mientras la ayudaban a retirarse, la mujer lloraba y gritaba fuera de sí: "No a la guerra, viva el Ejército".

Homenaje del Rey

Al término del funeral, el Rey homenajeó a los 41 militares que pertenecían al Ejército de Tierra, a los 20 del Ejército del Aire y al comandante de la Guardia Civil. Una a una, fue prendiendo de cada féretro la orden al mérito militar, aeronáutico o de la Guardia Civil. Se cuadraba ante ellos y la gente aplaudía.

Antes de terminar la ceremonia, a la que también asistieron José Luis Rodríguez Zapatero, Gaspar Llamazares e Iñaki Anasagasti, se interpretó La muerte no es el finaly los aviones de la Patrulla Águila del Ejército del Aire dibujaron con su estela la enseña nacional. Los 62 coches fúnebres fueron saliendo de la base de Torrejón en dirección a los lugares de procedencia de cada uno de los fallecidos. Hoy recibirán sepultura.

La Reina, el Príncipe y el presidente del Gobierno, José María Aznar, dan el pésame a los familiares de los soldados muertos.

 / GORKA LEJARCEGI
La Reina, el Príncipe y el presidente del Gobierno, José María Aznar, dan el pésame a los familiares de los soldados muertos. / GORKA LEJARCEGI

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