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62ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Daniel Samper narra con humor el viaje de unos periodistas al 'milagro brasileño'

El columnista colombiano enseña en 'Impávido coloso' la riqueza y las miserias del país

El reportero colombiano Carmelo Camacho y un grupo de periodistas internacionales son invitados, a principios de los años setenta, a presenciar y narrar en directo el milagro brasileño. El régimen ofrece un programa muy completo: hotel de lujo, gastos pagados (propinas incluidas) y azafatas para complacer a los reporteros, unos más borrachos, ingenuos y sobornables que otros. Ése es el arranque de Impávido coloso (Alfaguara), la primera novela de Daniel Samper Pizano, bogotano de 57 años que ha vivido los últimos 24 en España, primero como corresponsal de El Tiempo, luego en Cambio16 y hoy por libre.

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Dotado de una pluma curtida en decenas de libros de humor, cuentos, artículos y culebrones, y armado con una mezcla de escepticismo cáustico y vis cómica de la que no se libra ni su célebre hermano, el político Ernesto ("como era el más bruto de la familia lo metimos a presidente"), Daniel Samper ha escrito una novela llena de diálogos, tinieblas, mentiras, chistes y engaños a la que es difícil poner una etiqueta: a ratos parece una novela negra; otros, un relato de viajes y amistades, y otros, la crónica amarga y sentimental del oficio de periodista.

Pero él prefiere encuadrarla en el "género de tiranos". "Gabo, Asturias o Vargas-Llosa hicieron ese tipo de novela desde diferentes ángulos más o menos cercanos al poder. Yo he tratado de mirar a esa tiranía, que consistía en hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, desde ese grupo de periodistas al que el régimen intentó vender su milagro y esconder el horror. Todas las dictaduras son una mezcla de milagro y terror, pero aquélla fue la pionera, la que inventó las desapariciones. Luego ya llegaron los dictadores Ronaldos. Y los Makeleles".

La novela enseña también, en contraste con esa realidad-ficción, la riqueza cultural de Brasil, ese impávido coloso que intentaba convertirse en potencia mundial (el título viene del himno nacional). Por eso, Samper trufa sus páginas con música popular y de humor: "Esas dos cosas fueron lo que salvaron al país, lo que sustituyó a la guerrilla y permitió que llegara la democracia y, por fin, Lula, que es lo que debería haber tenido Brasil hace 30 años".

Pero la visión no se limita a los tópicos: "Fuera del fútbol, la música, la favela y cuatro platos, no sabemos nada de Brasil. Y es un país fascinante, con una lengua maravillosa, como el español si le quitaras los huesos. Creo que nuestra gran tarea es descubrirlo, y quizá la novela refleja mi encoñamiento".

Uno de los personajes principales es Aguiar, ex miembro del Partido Comunista Brasileño, responsable de prensa del régimen, espejo "del lenguaje secreto que generan todas las dictaduras", ejemplo del que sobrevive sin implicarse ni claudicar.

Enfrente están los periodistas -dos japoneses cachondos, gringos e ingleses, un mexicano que se parece a José Alfredo Jiménez, un argentino agudo y comprometido, el colombiano desencantado...- que dan un perfil coral de la profesión: "El colombiano es un cínico: sabe la mierda que le rodea pero no denuncia nada, sólo quiere pasarlo sabroso, comer bien y, si puede follar, follar un poco. Su problema es la edad: ya no tiene años para salvar el mundo".

Y luego está Finkelstein, el argentino, "más ingenuo, que se niega a escribir la verdad que le quieren contar" y que de repente se esfuma. "No se sabe si desaparece. Es mi homenaje a Rayuela y su Horacio Oliveira".

La reflexión de Samper es que la independencia del periodista en casos así es siempre muy precaria: "¿Cómo va uno a escribir mal de alguien que te paga todo? Eso es periodismo de cámara".

Pero entre tanta suciedad también hay sitio para el amor. Samper logra mantener el suspenso de la relación entre Camacho y su asistente Regina hasta el final. "Soy un novelista debutante y no sé si la gente se lo tragará, pero la idea era que eso funcionara como intriga. Algunas lectoras me han dicho que sí, que se nota que conozco bien el alma femenina, pero quizá es porque llevo tres siglos casado con mi mujer, una india colombiana y también periodista a la que siempre paran en la aduana. Como yo parezco holandés y tengo doble ciudadanía, a mí no me paran: piensan que soy un antropólogo holandés que viene de comprarse una india. ¡Pero incluso mis dos nietos tienen que presentarse como inmigrantes, carajo! Y eso que no paran de decir 'me cago en la leche' y cosas así. A eso nos han llevado estos caballeros que nos gobiernan".

Daniel Samper, ayer en Madrid.
Daniel Samper, ayer en Madrid.MANUEL ESCALERA
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