_
_
_
_
_

El orgullo del artesano

Hasta hace poco todavía guiñaba el ojo al ver pasar a una mulata entrada en carnes. Luego se fumaba un Montecristo. Y tras la primera bocanada hacía un gesto cómplice de aprobación. Si alguien conocía los secretos de un buen puro era él, que se pasó media vida como tabaquero, a razón de 150 habanos diarios durante los 17 años que trabajó en H. Upmann. No costaba animarle a desbaratar un habano. Iba separando las hojas y las montaba de nuevo con el fin de lograr que tirase correctamente. Una operación que practicaba con orgullo de artesano mientras repetía: "Ya no los hacen como antes".

Compay fumaba desde los siete años, cuando daba unas caladas al encenderle el puro a su abuela, Ma Regina, esclava liberada que murió con 115 años. El tabaco había sido la profesión de este artista casi olvidado, que cantaba en La Habana para turistas que apenas le prestaban atención en las recepciones de los hoteles. Allí lo vieron por primera vez algunos españoles, y de allí lo sacó el musicólogo cubano Danilo Orozco para participar en un encuentro de música tradicional en el Smithsonian de Washington. Más tarde volvió a pensar en él con ocasión del primer Encuentro del Flamenco y el Son, que organizó la Fundación Luis Cernuda en Sevilla en 1994. Una calurosa mañana, Compay se acercó hasta la tumba de su viejo amigo Antonio Machín en el cementerio de San Fernando y le cantó El camisón de Pepa, uno de los primeros éxitos de Machín en Cuba. Ya Santiago Auserón estaba entonces al tanto de las andanzas del veterano sonero y dispuesto a producirle la Antología, un deslumbrante disco doble con 34 números, que se editó en 1996.

No sólo Auserón se anticipó al Buena Vista Social Club de Ry Cooder y Nick Gold, también Pablo Milanés contribuyó antes que los anglosajones a rescatarle del olvido. Compay había colaborado en Años, la serie de discos en los que Milanés rendía homenaje a la Vieja Trova. Chan Chan fue el número que le brindó el éxito internacional cuando cumplía 90 años. Le confesó a un periodista colombiano no haberlo escrito él: "Estaba dormido y lo soñé".

Tenía tremendo genio. En los estudios de la BBC en Londres, Ry Cooder, Ibrahim Ferrer, Rubén González y él grabaron Chan Chan para un especial de televisión. Nada más terminar la toma se escuchó el enfado de Compay: "¡Carajo!, hemos tocado como un grupo de viejos". Vivió todo el siglo XX de Cuba. Conoció de niño al trovador Sindo Garay, salió de serenata a rondar muchachas con el gran Miguel Matamoros y le cortó el pelo al mismísimo Benny Moré. Tenía una manera de burlarse de la muerte: "A los 90, un empujoncito hasta los 100. Luego arranco pa los 115, como mi abuela, y a los 115 pido prórroga".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_