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LA POSGUERRA EN IRAK

Una calma amenazada por la rivalidad entre chiíes

Ramón Lobo

Diwaniya procede de diwan, un lugar de encuentro y conversación donde el jefe de la tribu escucha y resuelve problemas. Este gusto por el consenso ha modelado el carácter de una población tranquila y en apariencia pacífica, que ha sido brutalmente reprimida por el régimen de Sadam Husein. No hay suníes, los más opuestos a la presencia del Ejército de Estados Unidos en el país. Sus 450.000 habitantes son chiíes seguidores de dos partidos diferentes y de dos imames enfrentados.

El grupo político con mayor predicamento en las ciudades del sur de Irak es Al Dawa, que combatió con las armas al régimen depuesto y jamás se exiló. Huye de toda comparación con el modelo iraní y propone un Estado descentralizado respetuoso con todas las minorías, democrático y multipartidista bajo un islamismo moderado. El Congreso Supremo de la Revolución Islámica de Mohamed Baqir al Hakim es una escisión de Al Dawa, que ha crecido política y militarmente en Irán, donde tenía sus oficinas. Ha moderado su discurso tras la guerra para adecuarse a los vencedores, pero mantiene estrechos vínculos con Teherán. Es un partido con apoyo rural. Ambos deberán disputarse el voto chií.

La provincia de Al Qadisiya, donde se estacionarán las tropas españolas, está próxima a la ciudad santa de Nayaf. En ella, los imames Alí Sistaní, de 73 años, y el joven Murtada Sayed al Sadr mantienen un pulso político y religioso, un pulso de poder. El primero es moderado, autor de una fatwa (orden religiosa de obligado cumplimiento) que invitaba a los chiíes a facilitar el avance de las tropas estadounidenses procedentes de Kuwait. El segundo se ha radicalizado en las últimas semanas, pide la expulsión de los ocupantes y califica de ilegal el Consejo de Gobierno nombrado en Bagdad. Al Sadr es el que movilizó el pasado viernes a decenas de miles de personas cerca de Nayaf. En Diwaniya, este joven impetuoso, hijo Mohamed Sadiq al Sadr, imam asesinado en 1999 por Sadam, tiene miles de seguidores.

La misión de los españoles parece segura. El principal peligro sería una lucha entre los partidos chiíes (ambos disponen de milicias armadas) o una guerra entre los imames de Nayaf. Es lo que sucedió en Bosnia-Herzegovina. La zona de Mostar era en 1992 una de las más tranquilas cuando llegó la Agrupación Málaga al mando del coronel Zorzo, pero en abril de 1993 estalló una guerra dentro de la guerra entre croatas y musulmanes, hasta entonces aliados contra los serbios. A la siguiente agrupación, la Canarias del coronel Morales, le tocó el peor escenario y le costó nueve bajas, tres de ellos muertos por disparos croatas.

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