_
_
_
_
_
LA POSGUERRA DE IRAK

El límite de la paciencia chií

Ramón Lobo

Los chiíes son duros; están acostumbrados al sufrimiento y a la persecución, pero también pueden ser pragmáticos. Los de Irak, más de un 60% de la población, ya han logrado su primer objetivo: librarse del tirano. El segundo es conseguir el poder por medios pacíficos, y para ello cuentan con el guión estadounidense. Si este camino fracasa, pasarán al Plan B. En 1982, cuando Israel invadió Líbano, los chiíes del sur los recibieron con flores y una lluvia de arroz. Los libraron de los palestinos, pero, cuando el Ejército del entonces ministro de Defensa, Ariel Sharon, decidió quedarse, surgió la guerrilla Hezbolá.

El partido Al Dawa, chií, dirigió la lucha armada contra Sadam. Muchos de los desaparecidos eran militantes suyos. Hoy sus milicias están durmientes en espera de los acontecimientos. Uno de los ocho miembros de su directorio, Kasim al Shlani, declaró a EL PAÍS: "Si las circunstancias lo requieren, no descartamos reactivar los comandos". El jefe del Ejército de EE UU en Irak, general Ricardo Sánchez, habló de permanecer dos años en Irak. Preguntado Al Shalani por ese plazo, dijo: "Es razonable". ¿Y cinco? "Eso ya es imposible".

Al Sistaní, máxima autoridad religiosa chií, también pone un plazo. Se le considera un moderado porque fue el imam que pidió a sus seguidores que no opusieran resistencia a la invasión. Se trata de una moderación táctica. Sistaní aún no se ha pronunciado sobre la legitimidad del Consejo de Gobierno Provisional. Una orden suya provocaría un levantamiento.

Hezbolá tardó tres años en crear una estructura de mando unificado. Ese tipo de organización chií cuenta con un líder espiritual que inspira la filosofía del grupo y dos consejos, político y militar, que a veces actúan independientes (Majlis al Sura y Majlis al Karar). Al Dawa tuvo estrechas relaciones con Hezbolá. Este partido, que no participa en el Gobierno, coparía el consejo militar, pues tiene experiencia armada.

El imam Murtala al Sadr, el más crítico con la ocupación y que predica cada viernes en Kufa, sería el reclutador de militantes, ya que su influencia es grande entre las clases más pobres. "Tiene la autoridad moral para llamar al martirio, pues su padre, abuelo y hermanos fueron asesinados por Sadam", dice un experto en el mundo islámico. Al Sadr tiene su base, el llamado Ejército del Mahdi, y es el que puede prender la llama en zonas como Diwaniya, donde están las tropas españolas, y en Bagdad, donde tiene numerosos seguidores. El otro peligro, como sucedió en el Irán de Jomeini, es una lucha por el poder entre los chiíes. Ese escenario no sería mejor para los ocupantes.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_