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PRIMERA VÍCTIMA ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA DE IRAK

Un aliado ignorado

Las dramáticas circunstancias de la muerte del capitán de navío Manuel Martín-Oar están relacionadas con el escaso protagonismo dado por Washington a la ONU y a España en el nuevo Irak. La participación de funcionarios españoles en la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) ha sufrido diversas dificultades, y la menor no fue el ninguneo de los norteamericanos hacia sus aliados.

El diplomático Miguel Benzo y Martín-Oar fueron los primeros en llegar a mediados de mayo con un misión difusa y en plena reorganización de la Administración de EE UU en Bagdad. Tras recibir el encargo de llevar la coordinación con las agencias de la ONU, ocuparon en junio un pequeño despacho en el hotel Canal. Un par de mesas de formica, dos ordenadores, un sofá y un archivador. Vestidos de civil, sin protección estadounidense, repartían sus horas de trabajo entre la Oficina de Reconstrucción y Asuntos Humanitarios, luego rebautizada como CPA, y la ONU, al tiempo que intentaban alquilar una casa en Bagdad con mínimas condiciones de seguridad.

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Martín-Oar murió solo en una camilla en la calle minutos después del atentado contra la ONU

Su precaria situación contrastaba con la protección y medios de que gozaban los norteamericanos que ocupan el colosal Palacio de la República, sede de la CPA. Su propia ubicación marginal en el organigrama de la CPA, en constante cambio, contribuía a su inseguridad. Su caso era completamente diferente en este sentido al de otros funcionarios españoles con tareas ejecutivas como el teniente general Luis Feliú, número dos en el ministerio de Seguridad, o el del abogado del Estado Luis Alfonso Almenar, en Justicia. Éstos vivían en el antiguo hotel Al Rashid protegidos por soldados de EE UU, que no permitían el acceso ni a la prensa española.

Pero todos señalaban en voz baja que la comunicación con las autoridades de EE UU era muy limitada y que su papel era de convidados de piedra en la toma de decisiones. "Todo el proceso se pilota desde Washington, no desde Bagdad", decían. En el mejor de los casos, añadían, "nos enteramos de todo pero no influimos en nada".

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