_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vacíos

No hemos valorado lo suficiente la sensación de vacío que nos espera cuando del friso político desaparezcan Pujol, Aznar y muy probablemente Arzalluz. El primero en marcharse es Pujol y con razón se quejan los pujolistas por los muchos elogios que ahora recibe el Honorable, ratificada la costumbre española, y curiosamente también catalana, de elogiar a los muertos y pulverizar a los vivos. Nunca les he votado, pero siempre he dicho que Pujol y González han sido los mejores políticos de la transición. Felipe González tuvo que aprender a gobernar ocupando una administración en buena parte todavía de diseño franquista con escasas experiencias de poder por parte del socialismo español, casi todas vinculadas al período de guerra civil. En cuanto a Pujol, era un conservador-liberal-socialdemócrata a lo sueco mal visto por la derecha sociológica franquista catalana por su condición de torturado, condenado y encarcelado por el franquismo y no bien contemplado por la progresía porque quiso ser banquero.

Más información
Muere el escritor Manuel Vázquez Montalbán al sufrir un paro cardiaco en Bangkok

Recuerdo que Ibáñez Escofet, el gran periodista director de Tele Express, me contaba sus esfuerzos para convencer al Conde de Godó entonces reinante en La Vanguardia, de las cualidades de Pujol: Pero ha estado en la cárcel, le oponía el conde, por algo sería. La derecha catalana apostó por Pujol cuando comprobó que ganaba, que incluso ganaba por mayoría absoluta y la base de la fuerza social del pujolismo fue interclasista, como la del general De Gaulle. Para esas bases, el Honorable interpretó magníficamente un papel a medias inspirado en el humorista Joan Capri y a medias en Charles Laughton, el portentoso e histriónico actor inglés. Ha sido mérito de Pujol, el único indiscutible, que sin perder la vocación soberanista de cualquier nacionalista, ha conservado el oremus y el sentido de la orientación a la estela de la consigna del Rey la noche del tejerazo: Tranquil, Jordi, tranquil.

El vacío de Pujol, el de Aznar y si además se va Arzalluz, esta no es España, que me la han cambiado. O el PNV encuentra un heredero con su misma capacidad de provocación o habrá que asumir el estilo del experimentado ciclista Ibarretxe al que sólo la insensatez de Aznar le permite instarle a que cambie de piñón.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_