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LA POSGUERRA DE IRAK

Empresas muy cercanas al Gobierno de EE UU se reparten el botín iraquí

Condoleezza Rice rechaza que exista tráfico de influencias

Las empresas que se reparten el botín de reconstrucción de Irak -8.000 millones de dólares hasta el momento- pertenecen a una hermandad con fuertes conexiones políticas en el Gobierno de Estados Unidos, pero la más influyente es Science Applications International Corporation (SAIC). Y la más misteriosa. A diferencia del resto de las empresas, la mayoría de sus contratas son secretas.

También son secretos el dinero que cobra la SAIC por sus servicios y los vínculos que tiene con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Pentágono, para los que ha realizado decenas de proyectos clasificados.

Las compañías de la 'hermandad' han dado 49 millones de dólares a campañas políticas
El entramado de conexiones entre las firmas agraciadas y el Gobierno es extenso
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De la nómina de la SAIC han cobrado desde directores de la CIA (Robert Gates y John Deutch), de la Agencia Nacional de Seguridad (Bobby Ray Inman) y ministros de Defensa (William Perry) hasta el ex inspector de Naciones Unidas David Kay, que cesó en la SAIC poco antes de que la CIA le contratara esta primavera para buscar armas de destrucción masiva en Irak. También trabajaba allí un personaje intrigante, Steven Hatfill, el científico sospechoso de haber perpetrado los atentados con ántrax que costaron la vida de cinco personas un mes después del 11-S. Hatfill desarrollaba programas secretos de biodefensa cuando le despidieron, el año pasado, a petición del FBI. (La investigación del ántrax sigue estancada y Hatfill ha demandado al Gobierno por arruinar su reputación).

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El continuo trasiego de personal entre la SAIC y las ramas de espionaje y defensa del Gobierno ha dado incluso pie a una medio broma en los círculos de lobby de la industria: "Para entender el poder de la SAIC hay que leer sus siglas al revés". Uno de los casos reveladores de la estrecha relación con el Gobierno es el de Christopher Ryan Henry, el hombre que supervisa desde el Pentágono todas las contratas de la SAIC en Irak. Ryan Henry dejó su puesto de vicepresidente de la corporación en febrero para asumir el de subsecretario adjunto de Defensa, una de cuyas funciones es asesorar a Donald Rumsfeld en estrategia militar y política de seguridad nacional. Coincidiendo con su nombramiento, dos meses antes de la guerra, el Pentágono seleccionó silenciosamente a la SAIC para que formara el embrión del futuro Gobierno, el Consejo de Desarrollo y Reconstrucción de Irak (IRDC), con un grupo de exiliados iraquíes en EE UU, que ahora ocupan puestos claves en 23 ministerios de Bagdad.

SAIC ha sido la empresa "de confianza" de Gobiernos republicanos y demócratas, generosidad a la que sus ejecutivos han correspondido con donaciones políticas de 4,7 millones de dólares en los últimos años, según el Centro para la Integridad Pública (CPI). Lo que ha facilitado esa confianza es el secretismo con el que puede operar al ser privada; algo fuera de lo habitual en EE UU para una compañía de sus dimensiones: 40.000 empleados y unos ingresos de 6.000 millones de dólares el año pasado. Entre los encargos de carácter público, el Pentágono le ha pedido que por 4.000 millones de dólares iniciales desarrolle sistemas de combate de futuro, que transformen por completo el ejército. En Irak le ha encargado nada menos que la formación del Gobierno y la Administración, la creación de la red de medios de comunicación y el entrenamiento del Ejército, pero existen al menos otras cuatro contratas de las que el Pentágono y la empresa se niegan a hablar. Tampoco revelan el monto que el tesoro de EE UU va a pagar a la SAIC por la reconstrucción del Gobierno, el Ejército y la prensa iraquíes.

El CPI ha hecho una exhaustiva revisión de todas las contratas de Irak, pero de las únicas que no ha logrado cifras ni detalles son de las de la SAIC. A través de fuentes ha averiguado que por la puesta en marcha de la radio, televisión y periódicos tiene garantizados 128 millones de dólares.

Las cerca de 70 empresas de la hermandad han contribuido colectivamente con 49 millones de dólares a campañas políticas en la última década. El presidente George W. Bush es el que más contribuciones ha recibido, medio millón de dólares. Esa inversión se ha multiplicado a la hora de conseguir contratas en Irak y Afganistán: 8.000 millones de dólares.

El entramado de conexiones políticas entre las empresas agraciadas y el Gobierno es extenso, pero una de las más llamativas es la que dirigía el vicepresidente, Dick Cheney, hasta asumir el cargo, Halliburton, que es la que ha salido mejor parada hasta el momento con contratas petroleras por 2.300 millones de dólares; seguida por Bechtel, con 1.030 millones, en cuyo consejo de administración se sientan, entre otros, el ex secretario de Estado George Shultz y el general que dirigía el mando atlántico de la OTAN, John Sheehan.

Sin embargo, el tráfico de influencias carece de importancia, según la consejera nacional de seguridad, Condoleezza Rice. A la pregunta de un periodista la semana pasada acerca de si el favoritismo socavaba la credibilidad del Gobierno sobre las razones para invadir Irak, Rice respondió: "Sobre las contratas sólo hay una cosa que nos interesa, que es si

[las empresas seleccionadas] pueden hacer el trabajo. Y el hecho es que hay muy pocas compañías con capacidad para realizar las tareas complejas que se requieren en Irak y que además puedan trabajar con subcontratistas".

Donald Rumsfeld.
Donald Rumsfeld.REUTERS

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