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LA POSGUERRA DE IRAK
Columna
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Suicidas estratégicos

Andrés Ortega

Habitualmente se identifica al terrorista suicida con el fanático religioso que se inmola matando. Pero algunos nuevos datos pueden arrojar otra visión: son armas de precisión, utilizadas con fines estratégicos. De hecho, las autoridades israelíes así las consideran. En Irak, está creciendo este tipo de atentados contra tres clases de objetivos: el ocupante americano (matándole y dando la impresión de que EE UU no controla la situación); los que colaboran con ellos (la nueva policía iraquí); y las organizaciones internacionales, gubernamentales o no (como la ONU o la Cruz Roja ) para socavar todo apoyo y toda legitimidad al cambio de Irak.

Aunque la ley islámica prohíbe el suicidio y matar inocentes, a menudo (pero no siempre) hay una componente religiosa en este tipo de "racionalidad de la irracionalidad" (en terminología de Thomas Schelling) de los suicidas, que no se limita al mundo islámico. Sin duda el terrorismo religioso ha crecido: según el experto Bruce Hoffmann, de 11 grupos terroristas identificados en 1968, año del "advenimiento del terrorismo internacional y moderno", ninguno tenía un carácter religioso. En 1996 eran más de una cuarta parte, de un número mucho mayor. Pero no hay pauta fija. Avishai Margalit en un estudio sobre estos suicidas, ve que entre ellos hay de todo: jóvenes y no tan jóvenes, con educación superior o no, hombres y mujeres, de familias pobres y acomodadas, y recuerda que ningún suicida palestino ha expresado como razón para tal acto su situación económica o la de su pueblo, sino, más a menudo el deseo de "venganza espectacular" y de "poner fin a la ocupación", israelí en este caso.

Esto entronca con las interesantes y a contracorriente conclusiones de un detallado estudio sobre "la lógica estratégica del terrorismo suicida" del profesor Robert A. Pape de la Universidad de Chicago (publicado en la American Political Science Review en agosto pasado). Primera conclusión: mientras el terrorismo se reducía en el mundo (666 ataques en el mundo en 1987, 348 en 2001) el número de ataques suicidas ha aumentado desde 1980 hasta 2001: 188 en este periodo (31 en los ochenta; 104 en los noventa; 53 en tan sólo 2000 y 2001). Y con una creciente efectividad: 13 muertes de promedio por atentado (exceptuado el 11-S), frente a menos de una en otros actos terroristas. Según estos cálculos, los suicidas quizás representan sólo el 3% de todos los atentados terroristas pero se cobran un 48% del total de muertes. Segunda conclusión: el objetivo central de estos suicidas, en campañas organizadas, es obligar a las democracias liberales (y algunas no liberales como Rusia), a retirar sus fuerzas militares de territorios que consideran ocupados. Y lo han conseguido en parte en Líbano (con la salida de los franceses, los estadounidenses y finalmente los israelíes), lo que ha reforzado el valor de este tipo de ataque para estos movimientos y futuros perpetradores.

Si, como dice Pape, esta "lógica estratégica" es la que anima a estos suicidas, entonces la guerra contra el terrorismo de EE UU, puede estar mal encaminada, pues ni las acciones militares ofensivas ni las concesiones acaban logrando acallar a estos terroristas. "Conquistar países puede desorganizar operaciones terroristas a corto plazo, pero es importante reconocer", concluye Pape, "que la ocupación de más países puede incrementar el número de terroristas que nos ataquen". Efectivamente, Irak se ha convertido en el centro de gravedad de esta guerra contra EE UU, ocupante. El problema para Washington, y en general las fuerzas que cooperan con ellos, es que en Irak no puede evidentemente negociar con un enemigo que desconoce ni, como hace Israel (sin lograr parar los atentados) usar técnicas de asesinatos selectivos, o de castigos colectivos (que ya cuestionan algunos de sus militares). No sólo le falta información a los ocupantes en Irak, sino que seguir tal política enajenaría aún más a la población iraquí. Es la paradoja de EE UU, puesta de relieve por The New York Times: al menos de momento, no puede elegir entre un Irak más seguro (lo que requiere represión), y un Irak más abierto (que deja más espacio a este tipo de terrorismo suicida y movimientos de resistencia).

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