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INFORME DE LOS PERITOS JUDICIALES QUE HAN EXAMINADO A LA ACUSADA

La médica De Mingo creía que las ocho personas que acuchilló eran actores

"Era como un teatro. Ir a trabajar era como ir a actuar, como parte de un circo", dijo

Noelia de Mingo -la médica residente que el pasado 3 de abril acuchilló a ocho personas en los pasillos de la Fundación Jiménez Díaz, matando a tres de ellas- creía que tanto sus colegas como los pacientes "eran actores" que integraban un complot para asesinarla a ella y a su familia. En realidad, Noelia, que hoy tiene 30 años, sufre una gravísima e irreversible enfermedad mental: una esquizofrenia paranoide. Así lo han certificado las dos psicólogas a las que el juez ha encomendado que analicen su conducta. Tras su detención, ya internada en un hospital psiquiátrico, su madre fue a visitarla y le preguntó: "Hija, ¿pero qué has hecho?". "Si tú supieras, mamá... venían a por nosotros".

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El pasado 3 de abril, Noelia sembró el pánico en el hospital de la Fundación Jiménez Díaz. Con un cuchillo de 15 centímetros de hoja, Noelia mató a su compañera Leilah el Oumaari y a los pacientes Félix Vallés y Jacinta Gómez. Además, hirió gravemente a otras cinco personas.

Hospitalizada en la actualidad en un psiquiátrico a la espera del juicio, Noelia ha confesado que oía voces y que tanto sus compañeros como los pacientes eran actores que tramaban matarla: "Era como un teatro que se montaba a mi alrededor, ir a trabajar era como ir a actuar, como formar parte de un circo", ha declarado a las psicólogas judiciales, María Paz Ruiz Tejedor y Concepción de la Peña. Noelia se incorporó al hospital en junio de 2000, con 28 años.

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"Al principio mi relación con los demás fue satisfactoria", ha contado. Aunque las guardias le causaban "mucho estrés". Por eso pidió la baja en ese servicio y sus jefes se la concedieron. Es en la Semana Santa de 2001 cuando su esquizofrenia brota con fuerza. Según ella, escuchó a unos compañeros referirse a ella en los siguientes términos: "Hay una residente que es un poco vaga, esquizofrénica y tonta". "Pero aquello no me lo tomé como algo personal", ha explicado De Mingo a los peritos.

Después de Semana Santa, su enfermedad se agudiza: en su mente se forma la convicción de que dos médicos adjuntos del hospital habían hablado de su ropa interior y que éstos tenían instaladas cámaras en su casa y en el hospital para grabarla.

Esas personas, según Noelia, "estaban de pie y hablaban de mí a mis espaldas". En sus delirios, Noelia llegó a pedir a uno de los médicos ir a comer para demandarle una explicación. "Me dijo que eran cosas mías y que no había dicho nada... Pero en ningún momento me dio una explicación alternativa", razonó ella. Interpuso una denuncia contra ambos médicos por violación de su intimidad, pero luego la retiró al entender "que no tenía pruebas".

El brote fue a más. En una sesión clínica, y mientras sus compañeros exponían casos clínicos, Noelia comenzó a oír más voces. Éstas llegaban a su mente a través de la "megafonía, pero bajito; hablaban conmigo y me decían que yo era una retrasada mental y una bisexual". Noelia ha comentado que ella es heterosexual.

"Salí de la sesión pensando que podía tratarse de cosas mías, de mi cabeza, pero me convencí de que no era así, puesto que me decían cosas de mi infancia". Noelia pensó que quienes la grababan usaban una tecnología muy avanzada, "por satélite". Después de aquello, no conseguía centrarse y pidió la baja laboral. Su familia reclamó consejo a un médico, quien, sin examinarla, indicó que podía padecer una esquizofrenia y le prescribió una medicación antipsicótica. Tomó la medicación hasta enero de 2002. Pero las voces que oyó en aquella sesión médica no se iban de su mente.

"Iban a por los cinco miembros de mi familia y nos iban a quemar en la plaza (...) veía a hombres supermanes que me iban a tirar por una ventana". Ella creía que sus colegas también oían las mismas voces. "Ellos las oían, porque decían: 'Hola, vuélvete', y ellos se volvían".

Noelia, según los peritos, sufría en realidad alucinaciones auditivas y sensoriales. Para Noelia, las noticias que en casa veía por televisión y en los periódicos aludían a situaciones que ya habían sucedido tiempo atrás: "Cientos de personas leían el mismo periódico que yo", contó a los peritos.

"Las voces decían cosas de mí, cosas que hacía de pequeña, como chuparme el dedo y hacerme una cruz en la pierna cuando ésta se me dormía. Además, me insultaban diciendo que era tonta, subnormal, enferma mental, una salida...".

"Así estuve mucho tiempo, hasta que no aguanté más y un día pensé en comprar un cuchillo de cocina, de 12 o 20 centímetros de hoja, para amenazarles". Y lo hizo. Al día siguiente, 3 de abril, fecha de los crímenes, acudió con él al hospital.

"Dejé el cuchillo en el bolsillo de la bata, hice un agujero por abajo del bolsillo y en un momento lo saqué y lo utilicé". En ese momento, Leilah el Oumaari, una de las fallecidas, hablaba con otra compañera al lado de un control de enfermería. Ella pensó que hablaban y se reían de ella. Primero se dirigió a Leilah, a la que acuchilló brutalmente. Luego, cuchillo ensangrentado en mano, emprendió un mortal periplo por los pasillos del hospital dando cuchilladas a diestro y siniestro. Lo mismo daba que fuesen enfermos que colegas.

"Yo oía gritos que decían, ¿qué es esto? Yo no decía nada, no pensaba en nada, estaba furiosa por todo lo que había estado pensando". Un celador, con una barra de hierro en la mano, la acorraló y le dijo: "O sueltas el cuchillo o te abro la cabeza". Y lo soltó.

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