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Pekín lanza una campaña de propaganda para frenar las críticas

Cuando la pasada primavera, con cientos de enfermos en los hospitales, el Gobierno chino negaba por activa y por pasiva la existencia de la epidemia de neumonía atípica, miles de ciudadanos confiaron más en los rumores que circulaban por Internet y los mensajes de teléfono móvil que en sus dirigentes. El resultado fue un éxodo masivo de algunas ciudades, huyendo de un virus que acabó costando el puesto al ministro de Sanidad y al alcalde de Pekín, y que dejó 349 muertos y cuantiosas pérdidas económicas en el país.

El presidente chino, Hu Jintao, y su equipo han aprendido la lección. Cuando se trata de la información en una crisis, no se puede jugar al avestruz. Y han tomado medidas para poder emitir la versión oficial allá donde haga falta, hacer frente a los rumores y controlar la percepción pública. La Oficina de Información del Consejo de Estado (OICE) ha puesto en marcha un plan, que llevará a cabo este año, para nombrar portavoces a tres niveles a escala nacional: el propio Consejo de Estado (o Gabinete), todos los ministerios y los gobiernos provinciales.

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"Dado que las políticas nacionales chinas atraen cada vez más la atención del mundo, es una tarea imperativa incrementar la frecuencia y la calidad de los esfuerzos de divulgación de información del Gobierno", ha dicho Zhao Qizheng, ministro de OICE. Zhao ha pedido a los oficiales del Gobierno que traten a los periodistas de forma "amable" y les ha dicho que no deben considerarlos como "subordinados, estudiantes, amigos o enemigos". "Son contrincantes, como un contrincante en un partido de tenis. Espero que podamos responder mejor a las necesidades de la prensa nacional y extranjera". Las peticiones de información en China suelen acabar en un callejón sin salida. Incluso la policía ha recibido órdenes de comenzar a emitir comunicados de prensa y reunirse con los medios de comunicación.

Férreo control

Pero, por otro lado, Pekín sigue manteniendo un control de acero sobre los medios de comunicación locales. Los informadores chinos corren el riesgo de ser despedidos o sancionados si tocan asuntos delicados sin el permiso oficial. Y a la prensa extranjera no se le permite, por ejemplo, el acceso a los pueblos donde viven los campesinos que se infectaron de sida con la venta de sangre.

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El último ejemplo de control ha llegado de Guangzhou (capital de la provincia de Guangdong), donde el editor del Southern Metropolitan Daily fue detenido durante ocho horas, según una organización de derechos humanos de Hong Kong, por adelantarse al Ministerio de Sanidad y publicar el 26 de diciembre la existencia del primer caso de neumonía atípica en seis meses. China asegura que no fue interrogado por eso, sino por un supuesto caso de corrupción de uno de sus redactores.

La disidencia en Internet es duramente reprimida. Según Reporteros sin Fronteras, a cuya página web no se podía ayer acceder desde China, 48 ciberdisidentes están encarcelados en el país.

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