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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Salida de Guantánamo

El Gobierno de Aznar ha sido el primero en conseguir la excarcelación legal de un nacional preso en Guantánamo, donde EE UU mantiene, al margen de toda legalidad y desde hace más de dos años, a varios centenares de lo que llama "enemigos combatientes", apresados durante el ataque contra Afganistán que siguió al 11-S. Meses de gestiones y la garantía de que será juzgado en España han permitido que un avión de la Fuerza Aérea, con policías a bordo, viajara ayer a la base de EE UU en Cuba para recoger a Hamed Abderrahamán Ahmed y traerlo de regreso a España, donde el ceutí de 29 años será puesto a disposición de la Audiencia Nacional. Ni siquiera se había cursado la orden de extradición solicitada por el juez Garzón contra el ciudadano español en relación con actividades de una supuesta célula de Al Qaeda en España cuyos integrantes llevan, también, más de dos años detenidos.

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Más de 90 presos -87 ya libres y cuatro detenidos posteriormente por Arabia Saudí- han salido de Guantánamo. Colin Powell ha anunciado que en las próximas semanas otros presos de diversas nacionalidades serán puestos en libertad o entregados a sus gobiernos, en lo que parece un discreto vaciamiento del campo, donde quedan más de 600 prisioneros de 40 nacionalidades en condiciones lamentables.

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La salida de Abderrahamán debe servir también para recordar que la existencia de este campo de Guantánamo es una vergüenza y un signo del mal rumbo que lleva el respeto a los derechos humanos en el mundo. EE UU

tendría que haber dado trato de prisioneros de guerra, con sus derechos y obligaciones, a estos detenidos, y garantizarles la protección consular de sus países de origen. Por lo contrario, han sido sometidos en Guantánamo a interrogatorios y condiciones de internamiento que se acercan a la tortura. Y en otros países aliados de Washington, a los que han sido deportados, se les ha sometido a un trato directamente atentatorio de todas las convenciones sobre la tortura.

Todo esto no puede rendir servicio alguno ni ofrecerse como ejemplo de la democratización por la que aboga Bush para los países árabes e islámicos ahora sometidos a dictaduras y tiranías. EE UU debería dar un ejemplo al mundo, pero está haciendo lo contrario y dañando la propia causa que quiere servir. Al menos, Abderrahamán estará ahora protegido en España por un sistema con garantías jurídicas.

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