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Reportaje:

Ardor guerrero en comisaría

Los policías de Puerto Príncipe se declaran listos para el combate contra las milicias antigubernamentales

Juan Jesús Aznárez

"Guy Philippe es un terrorista, y la policía y los chimeres, patriotas haitianos". La comisaría del Petion Ville, en Puerto Príncipe, alberga a medio centenar de policías cuyo ardor guerrero ante la eventual irrupción de las milicias antigubernamentales es incierto, pese a las garantías de algunos agentes de que presentarán batalla a la soldadesca insurgente de Philippe. La sede, pintada de blanco y azul, tiene dos pisos y una cárcel con presos que reclaman a gritos su inocencia. Fue hostigada la pasada noche a balazos por gente de imposible identificación.

Armados con un arsenal variopinto, pero apenas impresionante, nadie quiere fotos en el cuartelillo, ni dar su nombre porque dicen no estar autorizados. "El comisario jefe no está y debe dar el visto bueno. Vendrá por la tarde". Sorprende la ausencia del jefe del cuartelillo después de una noche de tensión y detonaciones en las inmediaciones de un centro que posiblemente será asaltado o incendiado si el comandante Guy Philippe cumple su promesa de tomar la capital cuando la ocasión le sea propicia. "Aquí le esperamos", señala un suboficial con chaleco antibalas, pistola, cuchillo, una bomba lacrimógena colgada del pecho y fusil de asalto M-16. "Es un buen arma, ¿verdad?", pregunta.

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La confusión reinante impide certificar las informaciones que atribuyen a partidas civiles oficialistas la ocupación, durante las últimas 48 horas, de varias comisarías: dos en la barriada de Cité Soleil, habitada por 400.000 pobres. Supuestamente son controladas ahora por los chimeres, que toman el nombre del animal mitológico con cuerpo de cabra, cola de dragón que echa fuego por una boca aleonada. "Aquí quisieron entrar, pero no les dejamos", explica el centinela del complejo de Petión Ville. Lo defiende con un fusil M-1 y tiene toda la pinta de echar a correr a las primeras de cambio. "La situación está muy caliente, muy caliente. Yo estudio derecho en mis ratos libres".

De la quinta de Aníbal

"¡Aquí, aquí", vocifera un grupo. "¡Aquí, aquí!" es la cárcel anexa al cuerpo de guardia donde vienen y van policías y civiles con metralletas cortas, escopetas y fusiles de asalto, algunos de la quinta del guerrero cartaginés Aníbal (247-183 antes de Cristo). Agarrado a la verja de una celda que despide un olor pestilente, el portavoz de un grupo de 30 o 40 detenidos proclama la inocencia de todos. "Nos detuvieron a casi todos el viernes por la mañana sin ningún cargo, y aquí estamos sin comer todavía". Quince minutos después llega alguien con un montón de bocadillos.

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Antes de la crisis, la policía de Haití estaba integrada por aproximadamente 5.000 hombres y sustituyó al Ejército, abolido por el presidente, Jean Bertrand Aristide, a finales del año 1994, después de que fuera reinstalado en el poder por una invasión de 20.000 marines. En 1991 fue derrocado por un cuartelazo del general Raoul Cedrás (1991-94) y Aristide partió al exilio en Estados Unidos. Para evitar nuevos golpes disolvió el Ejército. Militares que integraron sus filas acompañan ahora a Guy Philippe, en su avance hacia Puerto Príncipe. Uno de sus lugartenientes formó parte de los escuadrones de la muerte de Cedrás.

"Philippe, terrorista y punto final", corta el sargento más locuaz, que dice esperar órdenes del Gobierno de Aristide "para proteger este puesto y a la población". Declaraciones parecidas fueron efectuadas por los agentes que custodiaban la comisaría de Gonaives o Cabo Haitiano, abandonadas cuando las huestes rebeldes las cercaron a tiros. "El terrorismo nos ha causado muchos, muchos problemas en Haití", dice el suboficial, con el mejor armamento de toda la dotación visible. "Sí, sí, hay que acabar con el terrorismo", secundan otros policías de negro. "Los americanos no nos van a ayudar. Estamos solos".

Sentado en un banco, un joven de pacífico aspecto confiesa su amargura: "Presenté la renuncia, pero no me la aceptaron. Ya no quiero ser policía". Viste de paisano porque es su día franco de servicio. Le convocaron a la comisaría ante la eventualidad de un ataque. "El Gobierno tiene que ser inteligente y buscar una solución para evitar que nos matemos". De los 3.000 policías que se calcula hay movilizados nadie sabe cuáles han desertado y cuáles están dispuestos a morir por un Gobierno que hace aguas. "Aristide, OK. Policía, OK. Chimeres, OK", repite un chaval, transeúnte en las inmediaciones de la comisaría en vigilia.

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