_
_
_
_
_
LA AMENAZA TERRORISTA | Investigación del atentado de Madrid

Reclamación y regateo de una deuda de 210 euros

Pablo Ximénez de Sandoval

La clave de la relación entre los presuntos terroristas del 11-M y sus vecinos del Camino de la Veredilla era una deuda. En diciembre pasado se pusieron de acuerdo los vecinos para arreglar el camino de tierra por el que pasan a diario. El acondicionamiento, que no ha terminado con los baches, costó 4.200 euros. Tocaba pagar 210 por vecino. "Si no es porque había que cobrar, igual ni nos enteramos de quien vive allí", comenta un vecino.

A principios de enero vieron por primera vez a alguien a quien pedir cuentas. "Era un chico joven, que estaba barriendo", recuerdan. "Nos contó que tenía 19 años, la casa era de su hermano y él iba porque allí estaba más tranquilo para estudiar. Dijo que estudiaba informática". Les escribió con rotulador negro un nombre y un teléfono en un papel: "Nayat. 607 81 23 84". A él debían dirigirse para cobrar.

Fuentes de la investigación explicaron que Nayat es el nombre de la mujer que les alquiló la casa. El teléfono es de su administrador. Ambos han sido localizados e interrogados por la policía, pero no detenidos.

En el teléfono nunca contestó nadie, y en febrero, en una nueva visita para pedir cuentas, conocieron a Jamal Ahmidan, El Chino. En comparación con la foto publicada "tenía el pelo más corto, como a cepillo, y no llevaba gafas". Hablaba muy bien español, y a partir de entonces sería su interlocutor.

Deuda a plazos

El Chino les pagó entonces 100 euros, primer plazo de su parte del arreglo del camino. "Siempre estaba regateando", recuerdan los vecinos. Lo saben bien porque le vendieron seis gallinas. Dos permanecen abandonadas en la parcela.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En esa misma visita, que los vecinos fechan en torno al 6 de febrero, recuerdan que al otro lado de la carretera se podía ver el despliegue de autobuses y Guardia Civil que acompaña al Rey en sus cacerías en la finca de Casasola del Monte, a 50 metros de la casa. "Los han tenido encima", comenta uno de los vecinos. Recuerdan la fecha porque es una semana después del fin de la veda de caza.

Febrero transcurrió con un grupo de "cuatro o cinco" habitantes en la casa.El 9 de marzo los vecinos acudieron a la casa por última vez antes de los atentados. Sólo estaba uno de los hermanos de Jamal, que les dijo que los demás están de vacaciones en el País Vasco.

Para entonces, los vecinos habían perdido la paciencia. "Pensé en ponerle un candado a la puerta de la parcela con una nota que dijera: 'Antes de entrar a su casa, pasen a pagar, para que se la encontraran al volver", asegura uno. No hizo falta. Cuando volvieron, bajaron con la moto por el camino, saludaron, pagaron 100 euros, regatearon 10, y se marcharon.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_