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Reportaje:CICLISMO

El pelotón de los 'apestados'

Corredores españoles reflexionan sobre las consecuencias de las confesiones de Manzano

Carlos Arribas

Doce días han pasado desde que Jesús Manzano comenzara a denunciar en el diario As las prácticas dopantes a que se sometía y aún no ha comenzado a funcionar ninguna de las comisiones de investigación anunciadas; aún ningún fiscal, ningún juez, ha creído conveniente intervenir; aún no ha habido interrogatorios, registros policiales, detenciones o decomisos; aún ninguna prueba ha florecido, tampoco ningún nombre propio de ningún presunto responsable; no se habla de mafias desarticuladas ni han salido a la luz las cuentas corrientes de quienes se han beneficiado con el tráfico.

Un director técnico nacional de un deporte olímpico ha prohibido a sus chicos mezclarse con el ambiente ciclista. "Para que no se contaminen", dice. A un familiar de Pablo Lastras, hermoso ganador de una etapa en el último Tour, le preguntan en el pueblo por su primo, "el drogadicto". "Y ahora todo el mundo se cree que los ciclistas, cuando nos vemos con algún kilo de más, en vez de sacrificarnos, que es lo que hacemos la mayoría; en vez de renunciar a las tartas y al chocolate, nos metemos una inyección para tocarnos el tiroides y adelgazar sin problemas", dice Lastras; "o que cuando no queremos entrenarnos porque nos hemos pasado toda la noche de juerga, porque hay gente que se cree que los ciclistas pueden ir de juerga todas las noches, nos chutamos un anabolizante, o así".

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José Luis Arrieta, veterano trabajador del ciclismo, empezó a sentir náuseas leyendo los capítulos de Manzano. "Me quedaba horrorizado con lo que leía", dice Arrieta; "y al tercer día ya no pude más. Dejé de leerlo porque me estaba volviendo paranoico. Salía a entrenarme y tenía la sensación de que todo el mundo se quedaba señalándome con el dedo: 'Mira, un ciclista, cómo se atreve'. Y paraba a tomar un café y... lo mismo, como si en el bar de toda la vida empezaran a mirarme mal. Yo siempre he disfrutado de la bici. He sido ciclista porque me gusta montar en bicicleta y ahora casi me da vergüenza serlo. Se ha acabado el placer".

Pedro Horrillo, a quien le faltan pocas asignaturas para licenciarse en filosofía, se puso a escribir una historia. Cuando iba por la tercera línea, rompió el papel. "Me pareció ridículo, de repente, tener que salir a defenderme, creerme obligado a predicar mi inocencia, verme forzado a decir que el ciclismo es trabajo y sacrificio", dice Horrillo; "entrenamiento, ilusión y sueños".

Alejandro Valverde, la nueva figura española, ha estado varios días sin salir de casa, sin atreverse a entrenarse. Roberto Heras, el ganador de la última Vuelta, también, como la mayoría del pelotón, ha sentido la náusea de la vergüenza. Juan Antonio Flecha, que ha emigrado a Italia siguiendo el señuelo del ciclismo con el que siempre ha soñado, espera a que alguien se atreva a llamarle drogadicto para decirle que él nunca se ha emborrachado en su vida, que le gusta disfrutar de la vida, que el ciclismo es una filosofía, una lucha contra los propios límites, que no piensa dejar que nadie le amargue.

"No somos santos y por eso no puedo dar mi nombre, porque, si denuncio a alguno de ésos que van por el pelotón exagerados, sacándonos los ojos, voceando que no pasa nada, que nadie los va a pillar, van a llamarme hipócrita, van a salirme con el 'pues anda que tú' o decirme que si me creo superior", cuenta otro ciclista español, "y ésos son precisamente los que más hablan ahora. Y es curioso, siempre soñando con que alguien denunciara todo eso, a los que se ríen de casi todos en las carreras, y ahora, en vez de aclararse las cosas, se enmarañan más. Como si se hubieran cambiado los papeles".

También José Rodríguez, presidente de la Asociación de Ciclistas Profesionales (ACP), un sindicato acusado a veces de excesivamente tibio y prudente, se siente pesimista sobre el desarrollo del caso Manzano. "Creo que se ha perdido una gran oportunidad de hacer bien las cosas", dice; "en todos los países en los que ha habido escándalos por dopaje, las revelaciones abracadabrantes han llegado como filtraciones de diversas investigaciones judiciales y policiales; mientras que este caso ha sido primeramente mediático y a lo mejor acaba degenerando por esos derroteros".

Mientras, otro ciclista español que no quiere dar su nombre cuenta que un día, viendo cómo iba gran parte del pelotón, decidió salpicarse un poco con el dopaje: "Me traicioné, traicioné aquello en lo que siempre había creído. Gané una carrera. Al cruzar la meta, sentí la alegría lógica de todo ganador. Lo festejé. Pero media hora después, mientras esperaba a pasar el control antidopaje, empecé a sentirme mal, empecé a pensar que había engañado a todo el mundo, que me había engañado a mí mismo. Fue uno de los días más tristes de mi carrera".

Wesemann lanza su ataque en el Muur seguido de Hoste y Bruylandts.
Wesemann lanza su ataque en el Muur seguido de Hoste y Bruylandts.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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