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Reportaje:Atenas 2004 | NATACIÓN: DECEPCIÓN ESPAÑOLA

No hay quinto malo

Yivanevskaia asume que a los 27 años no puede competir con Coughlin, Coventry y Manaudou, que se llevaron los metales en 100m espalda

Esta vez ni siquiera hubo decepción. Nina Yivanevskaia dio su última brazada y, como el resto de nadadoras, se quedó quieta en la piscina con la mirada fija en el tablero que iba a dictar la sentencia de la final de los 100 metros espalda. Entonces no era consciente todavía de su posición, pero sabía perfectamente que no había entrado en las medallas. En realidad, eso lo supo ya en las semifinales, cuando constató que la tercera clasificada en el Mundial de Barcelona en 2003, la británica Kathy Sexton, se había quedado incluso fuera de la final. Las medallas fueron para la estadounidense Natalie Coughlin, la única nadadora que ha logrado bajar del minuto en los 100 metros espalda, la zimbabuesa Kirsty Coventry y la francesa Laure Manaudou. Nina acabó quinta. ¡Y a ella le supo a gloria!.

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"¿Medallas?", reflexionó sólo unos minutos más tarde. "Sí. Hablo de ellas porque es lo que la gente quiere escuchar. También yo quisiera ganarlas, pero ahora mismo el quinto puesto me parece muy bueno, aunque creo que podía haber mejorado mi tiempo". Tal vez pudo arriesgar más. Nina se lanzó bien en la salida, pero en el primer parcial era la última en dar el giro (30,3 segundos). "Tal vez fui demasiado lenta allí; demasiado conservadora. Mi tiempo debería haber sido de 29,8 o 29,9. Y tal vez las cosas hubieran cambiado". Pero no mucho. Los 100 metros espalda es una prueba que a los 27 años le está pesando ya demasiado a Yivanevskaia. No es que se prepare mal, o que no se entregue a fondo en los entrenamientos. Ocurre simplemente que sus rivales son ahora más altas y más jóvenes y que todas han aprendido una técnica tan depurada que les permite dar algunas sorpresas, como la plata que ayer consiguió Coventry.

Cuando todo acabó, Nina se sintió liberada. Desde que se clasificó para la final, había tenido que aplicarse terapias psicológicas para quitarse de la cabeza aquel único pensamiento. "Siempre la sentía ahí", confiesa. "Era imposible pensar en otra cosa: la final, la final. Intenté liberarme, viendo películas, yendo a comer. Y ahora, me siento mucho mejor que antes de la carrera. Llega un momento en que ya no lo soportas más. Que sea el quinto puesto o el primero, pero sólo piensas en acabar".

Para Nina Yivanevskaia no es agradable saber que ya no cuenta para el podio en una prueba que le dio la mayor gloria de su carrera profesional: el bronce en Sidney 2000. Fue la misma medalla que se colgó también en los 100 metros espalda en el Europeo de Madrid, el pasado mes de mayo. Hace mucho tiempo que Nina es el único referente de la natación española, la única que sube al podio en las grandes citas -a la espera de lo que pueda ofrecer Erika Villaécija, que en Madrid se colgó el oro en los 800 metros- y la única que, desde hace muchos años, ha conseguido ganar una medalla en un Mundial, como hizo en Barcelona en los 50 metros espalda en 2003.

"Claro", confiesa, "¿qué voy a responder, cuando la gente me ve por la calle y me dice si voy a ganar la medalla? La federación siempre espera metales. Y yo ya sé que cuando las gano me apoya todo el mundo y cuando no las logro, todo son problemas. La reacción de la federación me da lo mismo. Estoy preparada para todo. Pero la gente que entiende de esto sabe que subir al podio es muy difícil. Y si no lo entienden peor para ellos, yo hago mi trabajo lo mejor que puedo".

Yivanevskaia, en pleno esfuerzo durante la final.
Yivanevskaia, en pleno esfuerzo durante la final.GARCÍA CORDERO

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