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VIOLENCIA EN IRAK

Más de cien extranjeros raptados desde abril

Ocho surcoreanos, tres japoneses, dos árabes israelíes y un canadiense inauguraron la trágica lista los días 7 y 8 del pasado abril. Todos civiles, todos extranjeros. La resistencia contra la ocupación en Irak marcaba un salto cualitativo en su estrategia, iniciando una campaña de secuestros a extranjeros cuya naturaleza espontánea y desorganizada en modo alguno le ha restado eficacia e impulso.

Cuatro meses después de que se abriera este capítulo de la posguerra iraquí, el total de rehenes aprehendidos supera el centenar. La mayoría tuvo la fortuna de la liberación en un plazo corto -como le ocurrió ayer a un camionero jordano cuya empresa accedió a detener sus actividades en Irak-, pero unos 25 han encontrado la muerte y 20 permanecen en manos de sus captores.

Un hombre de negocios de EE UU, un traductor surcoreano, dos camioneros búlgaros, un técnico y un conductor paquistaníes, un turco empleado de una lavandería, 12 limpiadores y cocineros nepalíes y un periodista italiano engrosan la heterogénea lista de los asesinados, muchos de ellos protagonistas de muertes truculentas filmadas en vídeo y difundidas en Internet. Ayer salieron a la luz las de tres conductores de origen aún incierto -iraquíes, kurdos o jordanos- capturados el lunes por el llamado Ejército de Ansar al Suna, el mismo que mató a los 12 nepalíes.

Rehenes europeos

La suerte de los rehenes europeos, los dos periodistas franceses desaparecidos el 20 de agosto y las dos cooperantes italianas raptadas en Bagdad el 7 de septiembre, mantiene en vilo a la opinión pública de sus países de origen. Pero la incertidumbre alcanza también a Jordania, Siria, Kuwait, Turquía, Irán, Somalia, Canadá y Australia, de donde son originarios otros de los secuestrados.

Al contrario de lo que se pensó en un primer momento, la nacionalidad ya no parece ser la marca distintiva de las víctimas potenciales. Lo ha demostrado la captura de los reporteros franceses, procedentes de uno de los Estados más opuestos a la guerra de Irak. La exigencia de la retirada que acostumbraban a enarbolar los secuestradores fue reemplazada en el caso francés por la supresión de la llamada ley del velo.

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Pero tampoco en este punto se detiene el caos. Las organizaciones implicadas en los secuestros son cada vez más numerosas y diversas en su naturaleza y objetivos. Y los propios civiles iraquíes, sin merecer la atención de la prensa internacional, se han convertido en víctimas cotidianas de esta práctica desde el final de la guerra, a menudo a manos de bandas de delincuentes comunes que no buscan más que el pago del rescate.

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