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Reportaje:

De obrero invitado a musulmán temido

Las jóvenes generaciones de origen marroquí piden respeto al Gobierno de Holanda para evitar que su imagen se asocie a la de los extremistas islámicos tras el asesinato de Van Gogh

Isabel Ferrer

Hasta que la crisis económica de los años ochenta dejara en el paro a miles de personas, los extranjeros llegados a Holanda desde Marruecos y Turquía -que con las antiguas colonias de Surinam y las Antillas suman hoy las dos terceras partes de la inmigración- se llamaban gastarbeiders. Eran unos obreros invitados, como indica el término gast, que trabajaban duro para mandar dinero a casa. La falta de empleo de aquellos años y el hecho de que los huéspedes se quedaran y trajeran a los suyos en virtud de la reunificación familiar, cambió su imagen. Hoy los trabajadores gast ya son sólo los abuelos de unos nietos de ascendencia étnica, un millón de los cuales es musulmán. Un 5,5% de la población que, desde el asesinato del cineasta Theo van Gogh a manos de un joven de origen marroquí, contempla en su mayoría desolado una brecha social en la que nadie había reparado antes.

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"Los radicales son unos pocos y el resto nada tenemos que ver con los terroristas"
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La ecuación "paro igual a inmigrante no deseado" es demasiado simple para explicar la sociedad de ellos y nosotros destapada por el crimen. Pero la armonía recordada por Fátima Haddouch, llegada de Marruecos a los dos años (tiene 32 y es maestra), casi ha desaparecido.

De pequeña las vecinas la jaleaban. Ahora sus padres apenas se relacionan con nadie en el barrio de siempre. ¿Cómo se ha producido dicho cambio y qué proponen las comunidades musulmanas para evitar la marginación? Especialmente teniendo en cuenta que, según la Oficina de Planificación, el abrazo del islam radical por parte de las nuevas generaciones, en principio menos religiosas que sus padres, aumenta en momentos de crisis personal.

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Abdel, Mustafá, Mohamed y Sahil (prefieren no dar sus apellidos), cuatro jóvenes holandeses de ascendencia marroquí que acuden a la mezquita El Islam de La Haya, atribuyen a la falta de diálogo y a la ausencia de una reacción apropiada por parte del Gobierno el miedo admitido por los marroquíes residentes en el país tras el asesinato del cineasta Theo van Gogh. Los cuatro se consideran holandeses con el islam siempre de fondo en su identidad, y aseguran haberse sentido a salvo hasta ahora. "El islam predica la paz y el buen musulmán debe respetar las leyes del lugar donde vive. A nosotros también nos interesan los problemas de la sociedad holandesa. Pero nunca somos llamados a participar en los debates importantes. Los políticos sólo nos recuerdan durante las elecciones, y así resulta muy difícil que el ciudadano medio se forme una imagen acertada de nuestra comunidad. Lo que aparece en los medios de comunicación es un estereotipo. Los radicales son unos pocos y el resto nada tenemos que ver con los terroristas", afirman al unísono.

Gilles Kepel, experto francés en el islam, declaraba esta misma semana que la frustración sobre su situación en las sociedades occidentales arroja a algunos jóvenes musulmanes en brazos de los extremistas que interpretan el Corán de la manera más rigurosa.

"Van en busca de una tradición, de un guía, y acaban inmersos en un mundo de fantasía sin fronteras geográficas animado por los sitios más fundamentalistas de Internet", decía Kepel, que imparte clases en el Instituto de Estudios Políticos francés, en el diario holandés NRCHandelsblad. Para el cuarteto de La Haya, cualquiera de ellos podía haber sido un Mohamed B., el presunto asesino de Van Gogh que posee un título de secundaria y domina el holandés. Un error de apreciación para el que ellos piden una rectificación en nombre de la convivencia. "Cuando no te valoran, cuando te niegan en el trabajo y alguien pretende abrirte un mundo nuevo, es fácil caer. Pero la verdad es distinta. Un creyente nunca puede aceptar ese crimen, aunque que muchos no quieran oír esta opinión y metan a todos en el mismo saco", señalan.

También recuerdan que la reacción popular en España tras el atentado del 11-M no se tradujo en asaltos a templos y escuelas como los perpetrados en las últimas semanas en Holanda por extremistas musulmanes y de extrema derecha. "Aquí ha habido un muerto a manos de un radical. Y ya se habla de guerra santa interna y se asimila un problema claro de inmigración, como el de los grupos de delincuentes juveniles marroquíes, al resto de la comunidad. Se ha sabido promocionar la imagen de una sociedad tolerante que no lo era tanto", siguen. Para Mohamed Ayoeb, secretario del Centro de Información Musulmán, el asesinato ha provocado un debate nacional que no debe deformarse. "El extremismo tampoco es la solución para nosotros. A los que usan una mezquita para presentar un islam radical hay que sacarlos. El Estado, por su parte, debe fomentar el diálogo en lugar de adoptar medidas policiales cada vez más duras. A muchos jóvenes eso les aparta aún más de la sociedad. Tenemos una responsabilidad conjunta para convivir en una sociedad secular".

Para el Gobierno holandés, la formación de los imanes en los valores occidentales y el uso del holandés en sus prédicas despejaría dudas sobre el papel de las mezquitas en el proselitismo radical. Según cálculos de la Universidad de Amsterdam, en el año 2015 las minorías étnicas serán mayoría en las cuatro grandes ciudades del país: Rotterdam, La Haya, Utrecht y la propia capital. Teniendo en cuenta que casi un millón de los 3,1 millones de residentes extranjeros actuales es de origen turco o marroquí y de religión musulmana, la "occidentalización" de los imanes propuesta por el Ejecutivo acercaría además a ambas comunidades. "El islam es uno y universal y en él todo es cuestión de interpretaciones. Si los imanes dicen algo que se considera errado se puede analizar. Está bien darles clases de holandés y que conozcan los valores occidentales, pero empiezan su educación en la infancia y por eso vienen de Egipto, Siria o Marruecos. Aquí los niños llevan otra vida", recuerdan los cuatro amigos.

Dos mujeres musulmanas conversan en un mercado de Amsterdam.
Dos mujeres musulmanas conversan en un mercado de Amsterdam.ASSOCIATED PRESS

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