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DESAPARECE UNA INTELECTUAL COMBATIVA Y SOLIDARIA

Muere Susan Sontag, voz crítica de Occidente

La escritora falleció ayer en Nueva York, a los 71 años, víctima del cáncer que sufría desde hacía décadas

Susan Sontag, una de las escritoras y pensadoras más influyentes en la escena contemporánea internacional, falleció ayer en su ciudad, Nueva York, víctima de una leucemia contra la que luchaba desde hacía meses. Sontag tenía 71 años. Novelista, periodista, activista, directora de cine y teatro..., ha proporcionado una de las voces más críticas contra el establishment político estadounidense y una de las prosas más atrevidas en sus colaboraciones esporádicas con la prensa. En su país ha sido acusada permanentemente por su supuesta falta de patriotismo; en el resto del mundo ha sido admirada por la valentía y la agudeza de su pensamiento. "Vivimos en una cultura que se niega a dar relevancia a la inteligencia. Para mí", dijo recientemente, "la inteligencia que merece la pena defender es la que es crítica, dialéctica, escéptica y compleja".

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La escritora falleció en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York. Los médicos habían diagnosticado en marzo un inicio de leucemia provocado por el tratamiento de quimioterapia que recibió cinco años antes para luchar contra un cáncer de útero. Sontag había recibido hace tres meses un trasplante de médula ósea. En 1976, cuando tenía 43 años, los médicos descubrieron un cáncer extendido al pecho, al sistema linfático y a una pierna. Le dieron un 25% de posibilidades de vivir a lo sumo cinco años más. La angustia de esos años y la superación de la enfermedad están diseccionadas en uno de sus ensayos, La enfermedad y sus metáforas.

Susan Sontag nació en Nueva York en 1933, aunque creció en Tucson (Arizona). Su padre murió cuando ella tenía cinco años y su madre siete años después. Estudió en Los Ángeles y Chicago; aquí se casó con un sociólogo al que había conocido nueve días antes. Tuvieron un hijo. Se divorció una década después, cuando estudiaba en París, y nunca volvió a casarse.

Su carrera como escritora comenzó a los 30 años con El benefactor, y enseguida se centró en la interpretación del arte como concepto, arte en cualquier forma de expresión. A esa novela se suman otras tres en su carrera, Estuche de muerte (1967), la exitosa El amante del volcán (1992) y la más reciente, En América, publicada en 1999. Ese libro mereció el National Book Award dos años después. Sin embargo, la mayor parte del reconocimiento a su trabajo siempre llegaba de Europa, con premios como el Malaparte, en Italia; el Premio de la Paz, en Francfort; el nombramiento como Comendador de las Artes y las Letras por el Gobierno francés, o el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2003), en España.

Sontag ha publicado varios libros de trabajos breves de ficción y de recopilación de ensayos aparecidos en publicaciones como The New Yorker, The Times Literary Supplement o EL PAÍS. Dirigió cuatro películas, la última de ellas Unguided tour, basada en su cuento del mismo título, rodada en Italia en 1983. También escribió varias obras de teatro y dirigió dramas suyos o de otros autores. Su último trabajo en el teatro fue la dirección de Esperando a Godot en 1993 en Sarajevo, una ciudad que escogió para vivir durante los tres años posteriores.

Fue una de las más dedicadas activistas en contra de la guerra de Vietnam. Ella misma se declaraba con sarcasmo "ciudadana del imperio estadounidense". En 1967 escribió: "EE UU fue fundado sobre un genocidio, en la asunción incuestionable del derecho de los blancos europeos a exterminar a la población residente, tecnológicamente más atrasada y de otro color, para hacerse con el continente". Años después completó esa diatriba: "La raza blanca es el cáncer de la historia de la humanidad; es sólo la raza blanca -sus ideologías y sus invenciones- la que erradica a las civilizaciones autónomas allá donde se extiende, la que estropea el equilibrio ecológico del planeta y la que ahora amenaza a la propia existencia de la vida".

En su país, Sontag ha sido criticada con especial dureza en los últimos años por unas declaraciones formuladas unos días después del 11-S en las que contemplaba esos atentados como "una consecuencia de las alianzas y acciones de EE UU" y aseguraba que a los "autores de esta carnicería se les puede llamar de todo, pero no eran cobardes". Sontag llegó a disculparse por esas declaraciones, más por su inoportunidad que por el contenido, pero una buena parte de su país nunca perdonó esa visión de los acontecimientos. La noticia de su muerte no fue ayer recogida por ninguna de las grandes cadenas informativas de EE UU.

Susan Sontag, en una imagen de octubre de 2003.
Susan Sontag, en una imagen de octubre de 2003.GORKA LEJARCEGI
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