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Reportaje:ARCO 2005

'Index-Art'

Los cien grandes del arte internacional! Se sobrentiende, claro, que aún vivos, lo que significa una grave limitación de perspectiva histórica, pero, sobre todo "de actualidad", el simulacro que hoy encierra una propuesta mercantil, ya despojada de futuro; esto es: sin ánimo vanguardista. El método sociológico que anima esta propuesta es el consabido de una encuesta, lo que le proporciona pujos objetivos, que es absurdo no aprovechar. Así que, sociología por sociología, saquemos las conclusiones pertinentes. En primer lugar, a tenor de las nacionalidades de los artistas elegidos, resulta, ni más ni menos, que el 59% de la creación artística mundial radica en Estados Unidos y en Alemania -30 americanos y 29 alemanes-, a una distancia sideral del resto de los países, pues, salvo el Reino Unido, que cuenta con un 8%, y Francia, un 4%, los restantes, 16, sólo con el 29%. ¿Cómo tal desproporción creativa en nuestro mundo globalizado? En realidad, la desproporción es mayor, porque el ojo experto sabe distinguir, no sólo que el área germánica incluye a los austriacos y suizos alemanes, sino que bastantes de los artistas a los que se atribuye una carta natal nacional concreta se han desarrollado y habitan también en América o Alemania. Considérese a este respecto lo que tiene de "coreano" el coreano Nam June Paik, formado y lanzado en Alemania y en América, o, la condición de "yugoslava" (sic) atribuida a Marina Abramovic.

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En fin, que no hace falta ser un lince para descubrir la clave de este asombroso código que te hace "grande" en la medida de que seas americano o alemán: son los dos mercados artísticos más potentes en la actualidad y de la actualidad. ¿No lo era acaso antes el ahora desvencijado París? ¡En absoluto! El primer cuadro adquirido de Picasso por el Gobierno francés data de 1954, cuando el español contaba 73 años y llevaba décadas en la cúspide de la fama. ¿Qué puede significar, por tanto, este listado de los "cien principales" además de la definitiva homologación del arte con los restantes productos del mercado cultural de masas? Pues, a mi juicio, nada más, ni tampoco nada menos, lo cual no empece a que sigamos hurgando en la luminosa herida desvelada por la encuesta. Ahí están, sin ir más lejos, algunas curiosidades aleccionadoras, como la que manifiesta el hecho, no de que, por supuesto, haya, como quien dice, "muchos que son y no están" en la susodicha lista centenaria, sino el comparativamente más sabroso de que estén "continuadores" y no sus "antecesores".

En este sentido, resulta cho-

cante la nada sorprendente presencia de Damien Hirst, cuya filiación británica dentro de la llamada Escuela de Londres a mí me parece evidente, pero que sean excluidos algunos de los más conspicuos representantes de ésta supervivientes, como Lucien Freud o Frank Auerbach; que esté el brasileño Ernesto Neto y no Wolfgang Laib o Anish Kapoor; que, en fin, estén una ristra interminable de paleo y neoconceptuales y se obvie a Joseph Kosuth. Evidentemente, podríamos seguir buscando otros entresijos que ponen en cuestión el valor, incluso sociológico, de esta absurda selección de los "grandes" más votados, naturalmente por "especialistas", porque aún estamos lejos de poder someter a un escrutinio popular indiscriminado esta grandeza, cuya estelar popularidad es desconocida por el 99,99% de la humanidad, pues es el 0,1% los que asisten -o puntualmente se informan de ello- a las ferias de arte contemporáneo y sus activas agencias, que son hoy las bienales, las "documenta", las exposiciones temporales, los museos, los suplementos culturales de los grandes rotativos, etcétera. Estamos, por tanto, ante la inicial explosión de un mercado de arte moderno, cuya pujanza merece tener un cómputo específico en la bolsa comercial; el, por ejemplo, Index-Art.

Para terminar, ¿cómo privarse de hacer una pequeña coda para españoles, algunos de cuyos especialistas dicen estar tan preocupados por el deficiente lanzamiento internacional -por parte de nuestros gobiernos, se entiende, naturalmente- del arte emergente de nuestro país, sobre todo, cuando, entre la lista de los cien principales de marras o no hay un solo compatriota, ni siquiera los más consagrados entre los "decadentes", como, por ejemplo, Tàpies? Es verdad que no nos deberíamos afligir demasiado cuando Italia, según la lista, sólo cuenta con tres representantes; Japón, con dos, y Rusia, con ¡uno!, pero estoy convencido de que no ha habido ningún país en el mundo que como el nuestro haya invertido institucionalmente más en el mercado Index-Art, durante los últimos 25 años, con tan nulo resultado. ¡Seguro, por tanto, que hay que duplicar la inversión! Por lo demás, con tantos representantes españoles que hoy dirigen museos y bienales en todo el mundo, ya verán cómo, dentro de poco, quizá en la próxima cotización de la Bolsa de valores internacional, aparecen, por lo menos, un 25% de artistas españoles de "grandeza internacional".

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