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Reportaje:LA INVENCIÓN DE UN ARTE NUEVO

La energía indomable de las vanguardias

Varias exposiciones reconstruyen distintos episodios del arte de principios del siglo XX

A finales del siglo XIX y en distintos lugares de Europa, una serie de artistas ensayaron una nueva mirada sobre su oficio inspirada en el afán de cambio y ruptura que se había desencadenado con la modernidad.

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Brancusi retrata en sus fotos un universo siempre cambiante
Stieglitz y su círculo documentan la riqueza creativa de Nueva York
La obra de Edvard Munch, a través de sus autorretratos

A finales del siglo XIX y en distintos lugares de Europa, una serie de artistas ensayaron una nueva mirada sobre su oficio inspirada en el afán de cambio y ruptura que se había desencadenado con la modernidad. A principios del siglo XX, gracias a las llamadas vanguardias, la radicalidad de las propuestas fue aún mayor. Cada nuevo movimiento nacía para negar al anterior y para reinventar el lenguaje de las artes. Artistas y movimientos, corrientes de pensamiento, escritores, arquitectos y diseñadores e, incluso, las propias ciudades se vieron sacudidas por la fuerza bruta de un espíritu que pretendía un cambio total. Hubo de todo. Strindberg, cuya obra plástica se exhibe ahora en la Tate Modern al tiempo que se reestrena alguno de sus títulos más emblemáticos en Londres, estuvo atravesado por hondas contradicciones en su afán de conquistar nuevas fronteras. Lo mismo pasó con Munch, que en sus obras atrapó las convulsiones de un final de época, y de quien se exhiben en Estocolmo sus inquietantes autorretratos.

Pero hubo también cambios que llegaron de la mano de los nuevos recursos técnicos. La cámara fotográfica fue una gran tentación para muchos de los artistas de entonces, y algunos, como Brancusi, la utilizaron para volcar de otra manera sus personalísimos rasgos expresivos. Las imágenes del gran renovador de la escultura, que recuperó la energía del arte primitivo para conectarla con el vértigo de su tiempo, pueden verse en el Guggenheim de Venecia.

En el Reina Sofía, es la trayectoria de un fotógrafo, Alfred Stieglitz, la que sirve de hilo conductor para contar la historia de Nueva York entre 1905 y 1930. Todavía entonces no era la gran capital artística en la que se convirtió después, pero las obras de grandes figuras de la escena europea -Rodin, Matisse, Picasso, Braque, Severini, el propio Brancusi...- se exhibían allí gracias a las iniciativas de este fotógrafo y de su círculo de amigos (Georgia O'Keeffe, Edward Steichen, Marius de Zayas...) que con sus piezas reinventaban al otro lado del Atlántico el lenguaje del arte. Como lo estaban haciendo en Europa los surrealistas, y que hoy se puede ver en la muestra que les dedica el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

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