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TENIS | Rafael Nadal, campeón del torneo de Roland Garros
Columna
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El músculo y el cerebro

Alex Martínez Roig

En Estados Unidos ya le han bautizado como el Popeye del tenis. El brazo izquierdo doblado, con el puño cerrado lanzado al cielo, es un gesto que asusta. Parece digno del Increíble Hulk. En el tenis, la musculatura no conduce directamente a la victoria como sí sucede en otros deportes. Es una imagen engañosa. La fuerza de Nadal no está en su brazo. Se aloja en su cerebro. Con 19 años, su victoria de ayer es grandiosa. Jugar y ganar por primera vez una final de Grand Slam, con las gradas llenas, con el Rey en primera fila, con un tipo muy inteligente y virtuoso enfrente y encima zurdo como él es una hazaña deportiva de primer nivel.

La fuerza mental de Nadal sólo puede entenderse por su entorno. Toni, su tío y entrenador, le ha rodeado de sensatez y ha pulido el enorme desgaste que empleaba en las celebraciones temperamentales de sus puntos. Le ha obligado a serenarse, a entender que el tenis es una batalla mental que no termina hasta el último punto. Y, con toda seguridad, el paso de su otro tío, Miguel Ángel, por la élite del fútbol le ha dado una visión realista de lo que es la vida en el deporte. Rafael ha crecido viendo a su tío por televisión jugando partidos importantes con el Barça o con la selección española. Y, claro, cuando se acostaba y soñaba con su futuro, ese niño que tanto talento mostraba ya con la raqueta se veía a sí mismo con las cámaras filmando sus golpes, sus tantos y sus victorias en Roland Garros. Ha estado años anticipando una final como la de ayer antes de cerrar sus ojos.

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Nadal es más que una estrella

Su paso por Roland Garros y sus 24 victorias consecutivas, un récord en la historia del circuito, sólo se entienden por ese trabajo psicológico de su entorno. En París ha sido capaz de derrotar a dos héroes franceses; de superar la trampa que le tendió el público, con mal estilo, en su partido con Grosjean; de ganar al número uno Federer, y de superar la inteligentísima estrategia del argentino Puerta. Sólo se quebró cuando Puerta (nunca se sabrá si como recurso táctico o por razones reales) rompió su avasalladora salida con la sospechosa parada para resolver un supuesto pinchazo muscular del que nunca más supimos.

Nadal tiene una fuerza mental extraordinaria. Es su punto más fuerte. En España lo sabemos porque le hemos visto ganar puntos clave en la Copa Davis cuando su presencia parecía una apuesta enloquecida. Su tenis aún tiene lagunas. Debe sacar mejor para ganar más puntos gratis y conducir las jugadas con menos desgaste, debe pulir sus golpes ganadores para acabar antes y tiene que trabajar su volea para variar sus recursos en la cancha. Pero está en ello. Ha mejorado en todas estas facetas en el último año y aún le queda mucho recorrido hasta alcanzar su cénit. Estamos asistiendo a los primeros pasos del que ya es una nueva figura mundial. Y que nadie se equivoque. La fuerza le acompaña, pero manda el cerebro.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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