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Los republicanos buscan una salida a su crisis interna

El bosque de ramificaciones relacionadas con Jack Abramoff, el gigante caído del pedestal de los grupos de presión, tendrá repercusiones en el Congreso, tanto en la mayoría republicana como en las legislativas de otoño. El momento es delicado porque el caso Abramoff no ha hecho más que empezar: garantizado su procesamiento -tras declararse culpable en las acusaciones de fraude, evasión fiscal y conspiración para el soborno de funcionarios-, otros se preparan para desfilar bajo los focos. Según The Washington Post, "al menos media docena de congresistas podrían estar bajo escrutinio". Tres personas están identificadas, según el diario: el republicano Robert Ney; su ex jefe de gabinete, Neil Volz, y Tony Rudy, que fue número dos en el gabinete del otrora poderoso Tom DeLay, hasta hace tres meses líder de la mayoría en la Cámara. Debido a las salpicaduras de Abramoff, DeLay tuvo que renunciar la semana pasada.

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La reacción a la defensiva de los jefes republicanos, que se han limitado a capear el temporal y a descubrir la necesidad de reformar las reglas de los grupos de presión, les ha supuesto un rapapolvos de The Wall Street Journal, que cree que "el auténtico problema de los republicanos en la Cámara no tiene que ver tanto con los grupos de presión como con la atrofia de sus principios" y con la obsesión por "mantener el poder, más que por utilizarlo".

Además de las repercusiones políticas -agravadas por un George W. Bush prematuramente inmerso en la parálisis que atenaza la última fase de los presidentes que repiten mandato-, hay otras consecuencias de la caída de Abramoff. En la calle K de Washington, el centro neurálgico de los despachos de tráfico de influencias, cierra sus puertas el Alexander Strategy Group, según el Post "uno de los principales lobbies" de la capital. El grupo, fundado hace ocho años, no ha podido resistir el impacto del escándalo de sus padrinos Abramoff y DeLay.

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