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Reportaje:Fútbol | Final de la Copa del Rey

Premio gordo a la inspiración

El Zaragoza y el Espanyol, brillantes en la pugna directa y grises en la Liga, dilucidan un título alérgico a los 'grandes'

Robert Álvarez

El anuario de la Copa del Rey empieza a convertir lo excepcional en tópico. El Zaragoza y el Espanyol, un equipo que navega en aguas de nadie y otro que corre el peligro de hundirse en la zona del descenso, se han ganado a pulso el derecho a disputarse hoy el título en el estadio Bernabéu. El torneo cada vez resulta más esquivo a los grandes -el Barcelona no lo gana desde 1998 y el Madrid desde 1993- e incluso a los que tienen más pedigrí, como el Athletic, que sumó su 23º título hace la friolera de 22 años. Así, la Copa se ha convertido en la competición idónea para que brillen equipos que antes sólo con cuentagotas eran capaces de romper el monopolio. Es el caso del Zaragoza, que ha ganado dos títulos en los últimos cinco años, y del Espanyol, que aspira al segundo en seis temporadas.

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Ambos finalistas han demostrado ser capaces de desplegar, aunque sea puntualmente, un espléndido fútbol. Además, la final estará aderezada por la fiesta de la hinchada, que se toma la ocasión con un saludable entusiasmo que muchas veces se echa de menos en la Liga. En el estadio madridista van a congregarse más de 70.000 espectadores. Al menos, 34.000 se desplazarán desde Zaragoza y 28.000 lo harán desde Barcelona, es decir más de los que habitualmente acuden a La Romareda y a Montjuïc. No es de extrañar. Aparte de que en juego está un título que no se gana cada día -seis lleva el Zaragoza y tres el Espanyol-, los contendientes han brillado a lo largo de las eliminatorias previas.

Especialmente, el Zaragoza. Ha sido un vendaval en los encuentros más exigentes: un memorable 6-1 al Madrid en la ida de las semifinales y un 4-2 al Barça en la de los cuartos de final. Paradójicamente, le costó más pasar las primeras rondas frente al Alicante o el Xerez -los eliminó en las tandas de penaltis- o ante el Atlético de Madrid. Fue en los partidos contra el Barça y el Madrid en los que pudieron observarse las mejores virtudes del equipo de Víctor Muñoz. La velocidad, la capacidad para buscar el desmarque y la pegada de dos puntas letales: Ewerthon y Diego Milito. Y también, la visión de juego de Cani, que se ha ganado los galones para entrar en la órbita de la selección española. Cuenta asimismo con la experiencia y el orden que aporta Celades en el centro del campo y la solidez defensiva de sus centrales, Álvaro y Milito.

Frente a un equipo letal cuando actúa al contragolpe, en velocidad, el Espanyol opone un juego subordinado a la inspiración de De la Peña y a la pegada de Tamudo. Miguel Ángel Lotina ha variado este curso de esquema y de alineación un sinfín de ocasiones. A veces ha recurrido a una defensa de cinco, con tres centrales, que es la que probablemente actúe hoy con un doble pivote muy físico: Costa y Fredson. De sus cambios no se ha librado ni la portería. Hasta que no lo confirmó, no se sabía si Kameni sería titular esta noche.

A la final no le faltará ni el picante con que a última hora la sazonaron los entrenadores. Lotina se quejó de que la federación no permitió al Espanyol adelantar su partido contra el Atlético. Víctor le acusó: "Está llorando siempre y va un poco de víctima. Es su forma de ser". Lotina contestó: "No tengo ninguna guerra con Víctor ni con el Zaragoza. No pienso replicarle ni en broma". Los nervios de una cita apasionante.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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