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Cambios en la Generalitat
Columna
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Más votos y menos gestión

Menos que una crisis y algo más que un ajuste fino. En eso ha venido a quedar la remodelación efectuada por Francisco Camps para "[dar] un nuevo impulso político [al Consell]" porque "gobernar y estar en campaña [electoral] es lo que hace un Gobierno comprometido con los ciudadanos". Atentos a esta última frase porque encierra la clave del intercambio de carteras efectuado por el presidente de la Generalitat el pasado lunes. Camps está en campaña, el PP está en campaña y el Consell, que se supone que debe de serlo de todos los valencianos, no es otra cosa que un instrumento al servicio de su presidente para seguir en el poder cuatro años más. A la gestión que le vayan dando. De hecho, esta será la legislatura más corta en la historia de la autonomía valenciana. El primer año se perdió con las peleas entre campistas y zaplanistas, y el último, el que queda, se perderá entre soflamas y mítines. No es extraño que los corifeos de Camps afirmen que la aprobación de la reforma del Estatut justifique toda una legislatura. Desde Presidencia es lo único que se ha hecho.

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No se puede decir lo mismo de otras áreas del Consell. Rafael Blasco, por ejemplo, no paró de hacer cosas en la Consejería de Territorio. La actividad febril del sector del ladrillo debe mucho a la gestión del consejero. Tanto trabajó que el presidente ha decidido aligerarle de tan laboriosa tarea. No tanto porque Blasco mostrara síntomas de cansancio o falta de fuelle en la recta final de la legislatura, como para retirar de la primera línea a un político con tanto desgaste social e institucional. Camps ha salvado a Blasco, pero también le ha señalado con el dedo. A ocupar su lugar llega un político quemado por sus excesos retóricos en la portavocía del Consell, pero con una gran capacidad para sacarse conejos de la chistera. Esteban González Pons aterriza en Territorio con el objetivo de pintar el ladrillo de verde. Ayer mismo algunos promotores se preguntaban en voz alta qué PAI va a paralizar el nuevo consejero para justificar la retórica medioambientalista que desplegará.

A Vicente Rambla su equipo le despidió con un prolongado y cálido aplauso. Una muestra de afecto poco habitual en una consejería, la de Sanidad, casi siempre crispada y tensa que Rambla ha manejado con suavidad y firmeza. Su llegada a la portavocía es una sorpresa. El ex consejero de Sanidad se caracteriza por su prudencia, fidelidad y eficacia. Valores todos ellos muy útiles y necesarios para disfrutar de la confianza de Camps y de su jefa de gabinete, Ana Michavila, pero está por ver que sean suficientes para lidiar con los medios. Y Blasco sustituye a Rambla en Sanidad para vender los éxitos alcanzados por su antecesor. Curioso.

Tres consejeros afrontan la recta final de la legislatura con un único objetivo: "Estar en campaña", como bien les dijo el presidente. Su labor es conseguir votos para el PP con la maquinaria del Consell. A Camps le faltan votos y le sobra la gestión. Esta es la clave.

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