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El conflicto de Oriente Próximo

Amenaza de una nueva invasión como la de 1982

La crisis de los cautivos en Oriente Próximo se expande a velocidad de vértigo. Israelíes, palestinos y libaneses se encuentran ya embarcados en una deriva violenta con visos de quedar en la memoria. Y difícilmente Siria saldrá indemne a medio plazo. "La ocupación de territorios es lo que provoca al pueblo palestino y al libanés. La resistencia palestina y libanesa deciden por sí mismos qué hacer y por qué", declaró ayer el vicepresidente sirio y veterano actor en la zona, Faruk al Shara, en un intento de desligarse de lo sucedido.

Poco importa si el régimen de Bachar el Assad, tradicional aliado de Hezbolá, se halla implicado. El Gobierno de Ehud Olmert viene advirtiendo a Damasco desde hace meses. Pocos días después de la captura, el 25 de junio, del soldado Gilad Shalit por milicianos palestinos, la aviación israelí sobrevoló Damasco. Fue un aviso también para Jaled Meshal, líder de Hamás en el exilio, que reside en la capital de los Omeyas.

Dejar patente el enorme poder de disuasión de su fuerza militar ha sido una constante histórica del Ejército israelí desde la fundación del Estado en 1948. Si los soldados se han empleado en los últimos 15 días con brutal contundencia en Gaza, todos los indicios y declaraciones apuntan a que la respuesta en Líbano será igualmente devastadora. Fuentes castrenses amenazaban: "Si los soldados secuestrados no son devueltos, retrasaremos el reloj 20 años". Aludían a la invasión de Líbano, en junio de 1982 por el hoy enfermo Ariel Sharon. Dieciocho años después el Ejecutivo de Ehud Barak decidía abandonar el sur del país árabe tras sufrir numerosas bajas.

Fracaso del Ejército

Queda por ver hasta qué punto los jefes militares israelíes apuestan por una invasión terrestre en toda regla. La milicia chií, que argumenta que Israel debe retirarse de las granjas de Cheba, es absoluta dueña del sur de Líbano ante la ausencia del Ejército regular, y su arsenal supera con creces al de Hamás. Los siete uniformados israelíes muertos en un día son la prueba.

En plena investigación de los fallos que permitieron la captura del soldado en Gaza, se produce un nuevo fracaso del Ejército, que en estado de máxima alerta no ha logrado impedir que dos uniformados pasen ahora a ser cautivos de Hezbolá. No hay objetivo más deseado por esta milicia, que ha logrado, además, abrir un segundo frente en una coyuntura crucial. Olmert afronta su primer gran dilema en el laberinto de Oriente Próximo acosado por una extrema derecha que reclama la destrucción de todo lo que huela a "terrorismo".

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