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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Y el cántaro era roca

La fábula es bien conocida. Dice así: si el cántaro cae sobre la piedra, malo para el cántaro; si la piedra cae sobre el cántaro, malo para el cántaro. Y a nadie se le escapa la conclusión: pase lo que pase, malo para el cántaro. De hombres-cántaro y de hombres-piedra suele hablar en sus obras el novelista, poeta y escritor gallego Manuel Rivas, presentando los avatares que convierten a unos y a otros en lo primero o lo segundo. Con El héroe, Rivas ha dado su primer paso en el mundo del teatro (la obra se estrenó en octubre pasado), eso sí, sin olvidar su fidelidad a la representación de conflictos humanos mediados por la política.

Las 13 escenas del drama presentan la lucha de Caronte, que en realidad se llama Arturo Piñeiro, por salir adelante después de luchar en la guerra colonial de Sidi Ifni (19571958). De regreso en La Coruña, este ex legionario comprueba que la guerra de la que viene no existe para nadie, que se trata de un tabú político y que por tanto su sacrificio y sus sufrimientos no van a recibir ningún reconocimiento. Despechado, Caronte encuentra a Lucía y rehace su vida en compañía de esta mujer vagamente relacionada con la clandestinidad opuesta a la dictadura. El primero detesta la tiranía por motivos personales -la ingratitud de los militares que gobiernan el país-; la segunda parece que por razones ideológicas.

EL HÉROE

Manuel Rivas

Alfaguara. Madrid, 2006

147 páginas. 12,50 euros

Más información
El guardián de la memoria

El conflicto se va recompo

niendo desde el principio de la obra, con escenas que incluso van más allá del desenlace dramático final. Esto, que por una parte contribuye a crear intriga sobre la trama principal, por otra posterga el momento en que el lector descubre cuál es la decisión trágica del protagonista, y le lleva a pensar que el conflicto va a ser con el régimen policial de la dictadura. Hasta la aparición de Lanzarote y Anna, dos personajes de ideología impecable pero moralmente despreciables, no se materializará el conflicto.

Lanzarote, que simboliza al revolucionario burgués, culto y artístico -él bautiza a Caronte con este nombre de barquero mítico-, no sólo pretende realizar acciones contra el tirano. También tiene sus designios eróticos con respecto a Lucía, así que para matar dos pájaros de un tiro exigirá a Caronte que se sacrifique por la causa: "Alguien tiene que morir para que fermente la historia", sostiene. El sacrificio, cómo no, ha de caer en el lumpenproletariado representado por Caronte. Al final un golpe de efecto ingenioso y elegante, con ese toque de nostalgia irónica que tan bien maneja Rivas, deshará el nudo dramático. Gracias a la justicia poética se repetirá la magia -que Lyotard nos perdone- de los grandes relatos, y resultará que al menos en las metanarraciones el cántaro no lo rompe una piedra.

Manuel Rivas.
Manuel Rivas.

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