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Reportaje:COLOMBIA EN LIBER

El juego de las asimetrías

NOMBRES DE escritores colombianos como los de Jorge Franco, autor de Rosario Tijeras; Mario Mendoza, autor de Satanás; Santiago Gamboa, autor de Los impostores, y Laura Restrepo, autora de Delirio, empiezan a tener una resonancia internacional muy importante y, lo más curioso, empiezan a impactar el ámbito local en una especie de reconquista de espacios perdidos. Tras la larga sombra que dejó García Márquez y su realismo mágico, esta nueva generación, más realista que mágica, más cercana a McDonald's que a Macondo, como ya advirtió alguien, ha hecho contacto de nuevo, focalizando su narrativa en un mundo urbano contemporáneo, cuyos escenarios y actores ya tienen muy poco en común con los de esa visión creada por el Nobel colombiano y extendida por tantos émulos y durante años, casi como el único paradigma de la literatura colombiana.

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Tal como lo observa Silvana Paternostro, los relatos y los protagonistas de estos nuevos novelistas colombianos son oscuros, áridos e incluso transgresores. Sus imágenes nada tienen que ver con sacerdotes que levitan, sino con habitantes de una clase media citadina pegada a sus aparatos de televisón. Los parientes de estos personajes mueren en actos de terrorismo, no por el efecto de plagas bíblicas. Las imágenes de las masacres del ejército o guerras civiles son sustituidas por escenas de explosión de bombas en el centro de la ciudad, de violaciones impunes, de crímenes callejeros, de ajuste de cuentas entre narcos.

Simultáneamente, la enunciación cambia: ya no queda nada del lenguaje acicalado del realismo mágico, sino una escritura de corte frío y pragmático, con la que se pretende atrapar al lector más fácilmente. Algún crítico describió con estas cuatro palabras la manera como la novela colombiana ha dado cuenta de su más recurrente referencia: la violencia: "narraciones abruptas, pero poéticas; narraciones patéticas pero hermosas". Pues bien, las novelas colombianas de hoy ya no promueven lo poético y hermoso, sino abiertamente lo abrupto y patético, algo que ya los lectores europeos han descubierto en las obras de Fernando Vallejo, especialmente en su archiconocida Virgen de los Sicarios.

Otros autores que se destacan dentro de lo que podríamos llamar la nueva generación de novelistas colombianos son: Efraim Medina (Érase una vez el amor, pero tuve que matarlo; Técnicas de Masturbación entre Batman y Robin); Octavio Escobar (Saide; El último diario de Tony Flowers); Ricardo Silva (Tic; Parece que va a llover), y Antonio García (Su casa es mi casa; Recursos Humanos).

Sin embargo, este nuevo auge de autores colombianos podría verse como otra manera de producir literatura para el europeo, como una manifestación más de las asimetrías culturales que han caracterizado la novela latinoamericana, pues el esquema de consumo es esencialmente el mismo: de un lado, un lector europeo ávido de conocer escenarios exóticos sin el peligro de vivirlos en carne propia; y, del otro lado, un escritor dispuesto a ofrecer satisfacción a esa morbosa avidez. En el fondo, como el mismo Vallejo lo afirma en su novela, nada ha cambiado: Colombia sigue siendo ese país violento que dio origen a Macondo, sólo que su violencia se ha globalizado y tecnificado, pero en esencia sigue siendo la misma, con sus mismas causas, con sus mismos actantes. ¿Qué son los sicarios con todo su extravagante código de honor, qué son los narcotraficantes con su estrafalario modo de ser, sino una cara más del realismo mágico?

Muy bien que los escritores colombianos hayan alcanzado un nuevo apogeo, que los estemos leyendo en Colombia, fascinados por el espejo que nos regalan; muy bien que en Europa empiecen a ser leídos, por lo insólito de los nuevos escenarios y por los personajes que retratan; pero ¿acaso no están y estamos aceptando implícitamente el juego perverso de las asimetrías culturales, abonado por el suelo siempre rico, siempre flexible del mercado? ¿Qué es Rosario Tijeras, sino la curiosidad por una mujer sicario y por su extravagante método de asesinato y tortura? ¿Qué es Satanás, sino el temor por un psicópata que mata gente bien, es decir, que podría matarnos a nosotros, lectores bien acomodados?

Aprendimos una lección: la literaria, pues nuestros relatos sobre la violencia, sobre la violencia globalizada y tecnificada, va más allá de la crónica, como lo propusiera Gabo en su famoso reclamo, allá por los años cincuenta. Pero tal vez no aprendimos la lección cultural: seguimos escribiendo para satisfacer el imaginario del europeo, seguimos asumiendo ésa como la condición de universalidad.

Jaime Alejandro Rodríguez es catedrático de la Universidad Javeriana de Colombia y editor y prologuista de Narradores del XXI. Cuatro cuentistas colombianos (Aulaatlántica. Fondo de Cultura Económica).

LIBER'06

La XXIV Feria Internacional del Libro, Liber, es la cita anual de editores, escritores, agentes literarios, libreros, distribuidores y otros profesionales del mundo del libro. Este año se realiza en Madrid, en Ifema, del 27 al 29 de septiembre.

Asistirán 500 editoriales de 20 países. Colombia es el país invitado. http://www.ifema.es/ferias/liber/default.html

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