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La violencia regresa a las calles de Budapest

Las protestas contra el Gobierno marcan la conmemoración de la revolución húngara de 1956

La profunda división entre la derecha y la izquierda en Hungría, acentuada por las protestas del último mes contra el primer ministro, el socialista Ferenc Gyurcsany, ha enturbiado la celebración del 50º aniversario del levantamiento contra la Unión Soviética, que se cumplió ayer. La policía se enfrentó con gases lacrimógenos y balas de goma a un millar de manifestantes opuestos a Gyurcsany que trataban de acercarse al Parlamento, en Budapest, donde tuvieron lugar varios actos oficiales boicoteados por la oposición.

El aniversario del primer levantamiento en una república del bloque comunista contra el dominio soviético, en 1956, acabó en una batalla campal por las calles de Budapest, con 27 heridos y al menos 10 detenidos, según la agencia húngara MTI. El culmen se produjo cuando algunos manifestantes lograron poner en marcha un antiguo tanque soviético T-34, que se exhibía dentro de la conmemoración del levantamiento, y lo condujeron hacia las líneas policiales, entre los vítores de la multitud.

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Los disturbios enturbiaron una celebración en la que la derecha había cuestionado la legitimidad del Partido Socialista, mayoritario en el Gobierno de coalición con los liberales, para presidir los actos, al ser heredero del Partido Comunista. La división fue tal que algunos veteranos de la revolución se negaron a dar la mano a Gyurcsany en un acto de entrega de condecoraciones.

Los enfrentamientos empezaron en la madrugada, cuando la policía desalojó, después de más de un mes, a las personas que permanecían acampadas ante el Parlamento. Las protestas iniciadas el 17 de septiembre contra Gyurcsany, por su reconocimiento de que había mentido sobre la situación de las finanzas, han continuado, aunque se habían desinflado tras los disturbios violentos de los primeros días. Pero el principal partido de la oposición, el conservador Fidesz, llamó a seguir las movilizaciones para exigir la dimisión del primer ministro, y a boicotear los actos.

Sobre las tres de la madrugada, la policía desalojó a cientos de manifestantes de la plaza del Parlamento para no deslucir los actos oficiales, a los que han acudido representantes de medio centenar de países y organismos, entre ellos Juan Carlos I.

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La intervención policial, con miles de agentes movilizados, y el cierre de las calles de acceso al Parlamento, enfurecieron a los manifestantes. Mientras en el enorme edificio neogótico tenían lugar desfiles, una ofrenda floral ante el monumento a los caídos en la revolución y discursos, varios grupos de personas bloqueaban calles y se concentraban ante hitos del levantamiento reprimido por las tropas soviéticas, que causó más de 2.600 muertos y obligó a 200.000 húngaros a abandonar el país.

La situación se fue radicalizando durante la tarde, coincidiendo con el inicio de un mitin convocado por el presidente de Fidesz, Viktor Orban, en una calle céntrica de la capital, que reunió a miles de personas de forma pacífica. Un millar de manifestantes que intentaban acercarse al Parlamento se enfrentaron, algunos con la cara cubierta, estética skin o banderas nacionalistas, a la policía, arrojando piedras y otros objetos. La policía disparó gases lacrimógenos, balas de goma y un cañón de agua para tratar de dispersarlos.

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