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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Tripartito o 'entesa'?

La renovada alianza de las izquierdas catalanas se presentó ayer en público con su programa de Gobierno y un protocolo de conducta que evite, al modo del Gobierno alemán, espectáculos de disenso; y una arquitectura del Ejecutivo de coalición que se pretende más funcional que el presidido por Pasqual Maragall. De la letra de los discursos de ayer y las actitudes de los tres partidos desde las elecciones parece deducirse que el PSC de Montilla, la Esquerra de Carod y la Iniciativa de Saura habrían aprendido la lección de los errores pasados y serían conscientes de que ésta es, efectivamente, su "segunda", pero también última y definitiva oportunidad, y que desaprovecharla les llevaría al suicidio político; y a Cataluña (y de rebote, a España), a una crisis de difícil solución.

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Si la premisa para corregir pifias del pasado es reconocerlas, hay que convenir en que hay voluntad de enmienda. Montilla asumió la herencia de la etapa de Maragall, pero prometió "aprender de los errores", que "no repetiremos". Carod asumió que "nos jugamos mucho" y aseguró que "no fallaremos". Saura hizo votos por un Gobierno "estable y sólido". Los tres apostaron por una agenda más social que identitaria. Los tres respondieron al requerimiento empresarial de eficacia y a la voluntad expresada en las urnas de sentido común y gobierno sin sobresaltos, anunciando su propósito de seriedad y estabilidad.

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Además, las primeras actuaciones de esta alianza -que se quiere ver como entesa, "entendimiento", y sólo será eso y no un tripartito si, como formuló Carod, es un Gobierno antes que una coalición- son como mínimo prudentes y cautelosas: la celeridad de su configuración; la moderación verbal de su fracción más radical; la insistencia en lo social en detrimento de la obsesión nacionalista; el aparente respeto a la función presidencial; y la sólida gravedad, aunque apocada, del presidenciable Montilla, son condiciones necesarias para la navegación.

Necesarias, pero no suficientes. La opinión catalana (y también la española) puede renovar el crédito a esta opción de izquierdas (sin haber desechado otras fórmulas posibles). Es una fórmula legítima, por mucho que clame una CiU descabalgada y desconcertada: la búsqueda del poder es designio de todo partido, y el propio Artur Mas intentó sin éxito alcanzarlo indistintamente mediante un pacto en un sentido (con el PSC) y en el contrario (Esquerra). Pero esta Entesa no cuenta con un cheque en blanco. Antes de conseguir la confianza de una opinión muy escamada tendrá que demostrar capacidad para funcionar como un Gobierno y no como un carro tirado por tres caballos, cada uno en una dirección. Y capacidad también para recomponer una relación deteriorada con la opinión pública española, y para entenderse con el Gobierno de turno en Madrid.

Tendrá que hacerlo en una situación objetivamente propensa al conflicto: con un fuerte partido nacionalista moderado situado de nuevo en la oposición y tentado, por ello, a entrar en puja con el otro nacionalismo, el de Esquerra, constreñido por sus compromisos de Gobierno, por un lado, y condicionado, por otro, por su funcionamiento asambleario. Tal vez sea la prueba que le queda por pasar a ERC para madurar como partido de Gobierno.

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