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Reportaje:El conflicto libanés

De vuelta a la casilla cero

El asesinato de Gemayel desbarata el plan de acercamiento de EE UU a Irán y Siria

Ángeles Espinosa

El asesinato de Pierre Gemayel ha traído a la mente, dentro y fuera de Líbano, el atentado contra su abuelo que en abril de 1975 desató la guerra civil. Sólo que tres décadas después, la situación regional se ha deteriorado tanto que un eventual estallido desbordaría las fronteras del país de los cedros. De momento, el crimen echa un jarro de agua fría a quienes defendían dialogar con Irán y Siria, donde la mayoría busca al culpable, y pone en aprietos la última apuesta política de Estados Unidos en Oriente Próximo.

Resulta desalentador. Justo cuando diplomáticos y analistas políticos esperaban una jugada que desbloqueara el rosario de conflictos que empantanan la región, el asesinato de Gemayel envía a los jugadores a la casilla cero. El martes por la mañana, especulaban sobre la posibilidad de que la reanudación de relaciones entre Irak y Siria, y la cumbre de este fin de semana entre Teherán y Bagdad, redujeran la violencia en Irak y facilitaran el acercamiento de Washington a Damasco y Teherán. Por la tarde, las acusaciones hacia esos dos aliados revelaban la distancia que aún queda por recorrer.

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De forma automática, Estados Unidos y Francia se han alineado con el análisis de la llamada coalición antisiria de Líbano (un grupo de suníes, drusos y cristianos pro occidentales), que responsabiliza a Siria del asesinato. Gemayel encabezaba esa facción en el Parlamento y es el decimoquinto atentado contra sus seguidores que se produce desde el magnicidio del ex primer ministro Rafik Hariri en febrero de 2005. Una investigación de la ONU ha implicado en ese crimen a miembros de los servicios de seguridad libaneses y sirios, aunque Damasco lo rechaza.

Esa convicción sólo puede acallar los llamamientos para que Washington iniciara conversaciones directas con Damasco y Teherán, que se habían multiplicado desde el pasado verano. Entonces, en medio del conflicto entre Israel y Hezbolá, el ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, calificó a Siria "de parte de la solución". Después, el primer ministro Tony Blair ha enviado un emisario a Bachar el Asad, y aconsejado a George W. Bush que hable con Irán y Siria. En su mente estaba sin duda buscar ayuda para calmar la situación en Irak, donde las tropas estadounidenses y británicas pagan a diario el precio del caos.

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Además, una degradación del clima general en Líbano y nuevas tensiones con Siria complicarán, a buen seguro, la misión de las tropas europeas desplegadas en Líbano (entre ellas, 1.100 soldados españoles). No en vano, todos los Gobiernos implicados en el esfuerzo se garantizaron el visto bueno sirio antes de comprometer su participación. A excepción de Francia, que debido a la amistad personal de su presidente, Jacques Chirac, con el asesinado Hariri, congeló todos sus contactos con Siria.

Curiosamente, el atentado contra Gemayel que, según quienes acusan a Damasco, buscaba bloquear la investigación sobre aquel crimen, contribuyó a que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara poco después la creación de un tribunal para juzgar a los asesinos de Hariri. Además, Hezbolá se ha visto obligado a suspender la gran manifestación que había organizado para hoy. Dos argumentos que los prosirios esgrimen como prueba de que el suceso no les beneficia y dirigir las sospechas hacia Israel, que presumiblemente recela de un "gran acuerdo" estadounidense con Irán.

Dentro de Líbano, la muerte de Gemayel no puede sino agravar aún más una situación política que ya era muy delicada. Aunque el diputado no tuviera una gran base popular, en tanto que miembro de una de las grandes familias libanesas constituía un símbolo de la historia reciente del país. Su partido, la Falange, representa a un importante sector de la comunidad cristiana libanesa que, si se siente arrinconada, puede apoyar un enfrentamiento con Hezbolá.

Pero incluso si no se confirman los peores temores, la mera caída del Gobierno de Fuad Siniora sería un grave contratiempo para EE UU. Líbano era la única pieza de su plan de democratización para el Gran Oriente Próximo que quedaba en pie. Washington lo presentaba como un modelo para el resto de los países de la zona. De ahí su apoyo a Siniora. Ahora sólo le cabe esperar que el atentado desacredite a la oposición prosiria, cosa harto improbable.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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