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Reportaje:Violencia en Irak

El barrio que plantó cara a Sadam

Dos millones de chiíes se hacinan en Ciudad Sáder, el distrito más pobre y rebelde de Bagdad

Francisco Peregil

Como un barrio de judíos que se llamase Ciudad Hitler. Algo semejante debieron de sentir algunos chiíes, vecinos de lo que ahora se llama Ciudad Sáder, cuando el régimen del dictador suní Sadam Husein bautizó esta zona de las afueras de Bagdad con el nombre de Ciudad Sadam.

Husein había prohibido las peregrinaciones de los chiíes a sus ciudades santas, había proscrito el ritual de latigazos en la espalda y palmadas en el pecho con que los chiíes exteriorizan el fervor religioso, había encarcelado a varios de sus clérigos y, por supuesto, había desterrado del poder a la comunidad chií, que abarca el 60% de los 22 millones de iraquíes.

El barrio fue construido en 1959 para alojar a los habitantes más necesitados de Bagdad. Aunque al principio se le llamó Ciudad Revolución, rápido tomó el nombre del tirano. Era la zona más pobre de la ciudad, el área donde se hacinaban al menos dos de los cinco millones de habitantes de la capital iraquí. Desde lo alto del palacio donde vivía Sadam Husein la vista no alcanzaba a divisar los mugrientos tejados de Ciudad Sadam. El barrio residencial de Husein y el de los chiíes eran como dos universos separados por el río Tigris y sin nada en común.

Ciudad Sáder no era sólo la zona más pobre de Bagdad, sino la de mayor peligro
El barrio se construyó en 1959 para los sectores más humildes de la ciudad
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"Aquí vienen muchos periodistas, pero no arreglan nada", se quejaba el familiar de un paciente que yacía en un hospital de Ciudad Sadam en abril de 2003, tras la invasión de los estadounidenses.

Cuando un reportero ofreció un billete de 20 dólares -más de lo que muchos iraquíes ganaban en dos semanas- al pariente de un enfermo, éste lo rechazó: "No necesitamos dinero, sino medicamentos, atención médica. Difúndalo bien, por favor", dijo sin mucha esperanza.

La vida en Ciudad Sadam nunca fue fácil. Pero se volvió aún más violenta y complicada desde el asesinato del ayatolá Mohamed Sadek al Sáder, quien se erigió el año 1962 en la máxima autoridad religiosa de los chiíes de Irak. Un viernes por la noche de febrero de 1999 Sáder fue asesinado junto a dos de sus hijos en circunstancias nunca aclaradas en la ciudad santa de Nayaf, a unos 170 kilómetros al sur de Bagdad.

Tras su muerte se produjeron manifestaciones en Ciudad Sadam que se saldaron con al menos 20 muertos y decenas de encarcelados. En principio, el Gobierno de Husein desmintió que hubiese disturbio alguno y a los periodistas les denegó el acceso. Sólo se oía el trasiego de las ambulancias. Pero aquel febrero de 1999 marcó un hito en la historia del país.

En una ciudad plagada de estatuas, carteles y frescos con la figura de Husein, parecía casi imposible cuestionar su autoridad; en un país donde la gente podía ser encarcelada sólo por mirar al edificio de los servicios de espionaje donde se torturaba a ciertos presos, un barrio encendió la chispa de la rebelión. Y los disturbios se extendieron a seis ciudades de mayoría chií. A pesar de que Sadam Husein intentó acallar las revueltas, la prensa internacional se hizo eco de ellas.

Ciudad Sadam no sólo era el barrio más marginal de Bagdad durante la dictadura de Sadam Husein. Sino el más peligroso. En una ciudad donde uno podía caminar por la calle apaciblemente a cualquier hora, Ciudad Sadam era el lugar al que nadie aconsejaba acudir. Uno no encontraba pizzerías, ni tiendas con zapatillas Nike, ni grandes bancos como en otras zonas de Bagdad. Sólo mercados callejeros populosos, barro y arena.

Una carretera ancha, flanqueada por tiendas con sus productos expuestos en la acera, cruza el barrio de punta a punta. Si uno abandona ese río de pollos, terneros, neumáticos, patatas, transistores y camisas, se puede meter en un laberinto de callejones estrechos y malolientes, con niños descalzos y basura desperdigada.

Cuando concluyó la guerra, los guías suníes que trabajaban con los periodistas extranjeros no querían acudir a Ciudad Sáder. Para ellos, los chiíes de Ciudad Sáder eran gente "ignorante", que en vez de gastar el dinero en la educación de sus hijos o en construir una vivienda digna, prefería guardarlo.

Ahora, Ciudad Sáder es el feudo del clérigo Múqtada al Sáder, hijo del ayatolá asesinado. Su formación política se encargó desde hace tres años de gestionar la seguridad, incluso la sanidad del barrio, como si fuera un territorio independiente dentro de Bagdad.

Los dirigentes suníes creen que en Ciudad Sáder se refugian los miembros de los llamados escuadrones de la muerte, que han secuestrado a cientos de ciudadanos suníes y tras vendarles los ojos los han ajusticiado con un tiro en la cabeza. Decenas de cadáveres han sido hallados las últimas semanas en distintas poblaciones del país. Casi siempre, con los ojos vendados y una bala dentro de la cabeza. Los dirigentes suníes señalan que los escuadrones de la muerte actúan desde Ciudad Sáder con la complicidad del Ministerio del Interior iraquí.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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