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Una operación marcada por la política y la hostilidad

En España, las ofertas públicas de adquisición (OPA) hostiles parecen abocadas al fracaso. Esta constatación quedó flotando en el aire después de que Gas Natural plegara velas en su intento de fusionarse con la segunda eléctrica española, Iberdrola, en el año 2003, intento vetado por la Comisión Nacional de la Energía (CNE) y sus influjos políticos.

Los propios accionistas de la gasista catalana, La Caixa y Repsol, llegaron a verbalizar con el paso del tiempo que, si se lanzaban a una nueva aventura, ésta sería amistosa o no sería. Parecía la primera lección aprendida del primer asalto, cuando la caja y la petrolera barruntaban ya tras el cambio de Gobierno en 2004 sobre cómo desempolvar la creación de un gran grupo energético. Pensaban en Endesa, empresa dos veces mayor (hoy casi tres veces, tras la escalada de la acción de la eléctrica, valorada en Bolsa en 40.667 millones, frente a los 13.729 de la gasista). Y hubo negociación entre los presidentes de la caja, Ricard Fornesa, y la eléctrica, Manuel Pizarro.

De ahí que el asalto no pactado de septiembre de 2005 pillara a contramano a Pizarro, que alguna vez confesó sentirse "traicionado", aunque la otra parte sugirió que el pacto había sido de concreción imposible. Fuentes próximas a Endesa señalaban esta semana que en el fracaso de esta operación la clave ha sido sido la hostilidad. No es la única.

La política metida por enmedio desbancó al proyecto industrial. Escaldados del veto anterior propiciado por el PP, los protagonistas de la operación trabaron simpatías en la Moncloa de Zapatero y en el Ministerio de Industria de José Montilla. Pero la operación nunca fue bien vista en Economía (en círculos políticos catalanes se comentaba ayer que a ningún ministro de Economía le gusta enterarse de un golpe empresarial en el último minuto).

La política de tierra quemada de Pizarro, el ensañamiento del PP, el boicoteo contra empresas catalanas en pleno debate estatutario y la sorpresiva aparición de la alemana E.ON buscada por Endesa, con información confesadamente confidencial de por medio, sobrecogieron a los opantes, que alguna vez han admitido haber subestimado la que se iba armar, con una caja de ahorros, y catalana, detrás. La Caixa toma nota y se esfuerza por desmarcarse de las decisiones de su participada Gas Natural, mientras vende bancos y empresas. Pero hay algo más. Hoy, mentar al Gobierno en la gasista es casi mentar la bicha. Lo que la empresa percibe como sí pero no del Gobierno -traducida en la aprobación de la OPA de E.ON por la CNE, aunque con condiciones cuestionadas por Bruselas, y, sobre todo, en la foto del "final feliz" entre Zapatero con la canciller alemana Angela Merkel- dejaron fuera de juego a Gas Natural, la gran gasista española. Sola.

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