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Juicio por el mayor atentado en España | 11-M

Los presuntos ideólogos del 11-M no superan el escollo de las pruebas

Ninguno contestó al fiscal, todos se declararon inocentes y condenaron el atentado de los trenes

Los tres supuestos autores intelectuales del 11-M, Rabei Osman, El Egipcio, Mohamed Belhadj y Hassan el Haski -38.650 años de prisión de petición fiscal para cada uno de ellos-, no han conseguido salvar el escollo de las pruebas que en el sumario existen contra ellos, aunque luego habrá que ver si éstas se confirman a lo largo del juicio. Ninguno quiso contestar al fiscal y a las acusaciones, y en los interrogatorios de sus propios defensores las explicaciones que ofrecieron no fueron suficientes. Todos condenaron los atentados y El Haski rechazó airadamente una hipotética colaboración con ETA.

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Los tres integrantes de la considerada columna vertebral de mando del grupo islamista presunto autor de los atentados ya han declarado en las dos primeras jornadas y han dejado tras de sí más sombras que luces. El futuro de El Egipcio pende de las grabaciones en las que decía que los atentados los había hecho su grupo. El de Mohamed Belhadj y Hassan El Haski, es mucho más ambiguo.

Belhadj está acusado de ser Abu Dujanah al Afgani, el portavoz de Al Qaeda para Europa, en cuyo nombre se reivindicaron los atentados de los trenes de Madrid. Abu Dujanah Sammak Ibn Kharsa fue un mítico guerrero, el más fiero y fiel que luchó junto a Mahoma en la batalla del monte Uhud, en la que la desproporción de combatientes era de cuatro a uno. Siempre llevaba un pañuelo rojo en la cabeza en señal de que lucharía hasta la muerte.

Nadie ha identificado a Belhadj como Abu Dujanah, pero hay muchos indicios que así lo indican. Estuvo en España en febrero de 2004, para dar las últimas instrucciones a su grupo sobre los atentados, según la fiscalía. Por el análisis del tráfico telefónico se supo que mantuvo contactos con Abdelmajid Bouchar y Mohamed Afalah, dos de los considerados autores materiales de la colocación de las bombas en los trenes. En su domicilio en Molenbeek, en Bélgica, se encontraron dos tarjetas telefónicas, una de las cuales corresponde al número que otros implicados tienen como el de Abou Dujanah, la grafía francesa del mismo nombre. Además, en la agenda de esa tarjeta figuran los nombres y teléfonos de 15 de los 19 familiares de Belhadj, que también constaban en su teléfono móvil personal.

Ayer dijo que él no es Abu Dujanah y que no sabe quién se pueda llamar así, aunque oyó el nombre al juez de Bélgica. También dijo que el teléfono de Abu Dujanah no es suyo, ni sabe de quién es, porque por la casa de Molenbeek pasaba mucha gente. Respuestas endebles si se tiene en cuenta que su propio sobrino, y también procesado Mohamed Moussaten, en sus declaraciones ante el juez Juan del Olmo, aseguró que su tío le había dicho que era miembro de Al Qaeda y que, aunque no le contó quién estaba detrás de los atentados de Madrid, sí le dijo que le parecía poco lo que había pasado.

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Belhadj no supo explicar ante el juez las razones de su sobrino para acusarle, pero ayer alegó que fue por miedo, porque toda su familia estaba detenida.

El caso de El Haski tampoco aparece limpio. Presunto jefe para Europa del Grupo Islámico Combatiente Marroquí, El Haski niega la existencia de este grupo terrorista que persiguen todas las policías de Europa y el Magreb. "Este grupo es ficticio", afirmó. El Haski está lastrado por las declaraciones de varios de sus correligionarios en Francia, y entre ellos, Attila Turk, con el que vivió en París y al que confió tras los atentados que su jamaa (grupo) de marroquíes los habían realizado, citando expresamente a Jamal Zougam y afirmando que estaba orgulloso y contento de lo ocurrido.

El Haski, como Belhadj y El Egipcio, condenó ayer los atentados. Todos se declaran inocentes, como Jamal Zougam, que en el estrado dio una lección de aplomo, aunque hay cuatro testigos que le vieron en los trenes.

Un policía vigila desde una tanqueta los accesos a la sala especial de la Audiencia Nacional donde se celebra el juicio.
Un policía vigila desde una tanqueta los accesos a la sala especial de la Audiencia Nacional donde se celebra el juicio.CRISTÓBAL MANUEL

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