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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa 2020

La integración europea empezó poniendo en común el carbón y ahora avanza luchando en común contra los efectos del carbón. A dos semanas del 50 aniversario del Tratado de Roma, que creó la Comunidad Económica Europea, sobre la base de la del Carbón y del Acero de 1950, los 27 de la Unión de hoy se situaron ayer en Bruselas en la vanguardia mundial de la lucha contra el calentamiento global, demostrando que la UE goza aún de vitalidad.

Se han comprometido a un doble objetivo, obligatorio para 2020: reducir un 20% las emisiones de estos gases de efecto invernadero respecto a 1990, y aumentar hasta un 20% el consumo de energías renovables sobre el total. A cinco años de la renovación del famoso protocolo de Kioto, Europa toma así la cabeza de la resolución de un problema global, con la esperanza de que países como Estados Unidos y China -sin los cuales estos esfuerzos serán inútiles- se sumen a esta posición. Si lo hacen, el compromiso europeo de reducción de emisiones nocivas subiría a un 30%.

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Aunque se trata de un acuerdo de principios, que para ser completo precisará de los detalles de reparto por países, la canciller alemana, Angela Merkel, se ha anotado así un éxito en el primer Consejo Europeo bajo su presidencia. El desbloqueo del desacuerdo inicial se ha producido cuando Francia ha cambiado de postura, y los demás han admitido que la energía nuclear también evita la producción de gases invernadero, aunque sin dar mayores ventajas a sus productores. Los 27 también han acordado que para 2020 un 10% de los combustibles del transporte sean derivados de biomasa o de materias agrícolas y, lo que interesa especialmente a España, que para 2010 las interconexiones eléctricas y de gas entre países aumenten a un 10% de la capacidad.

El 20% de energía renovable sirve perfectamente a España, que está entre los países punteros en materia de eólica, pero no en solar. El 20% de reducción de emisiones que producen efecto invernadero puede resultarle más difícil de alcanzar a nuestro país, cuyo Gobierno negoció mal su parte del protocolo de Kioto, pues no previó su espectacular crecimiento económico de 14 años seguidos y el consiguiente mayor gasto de energía.

En las bambalinas, y a la espera de saber quién entrará en el Elíseo después de las elecciones del 6 de mayo, se sigue preparando el recorte drástico del texto constitucional. Pero no es sólo Francia el problema. La negociación sobre la declaración del 50 aniversario del Tratado de Roma, en Berlín el próximo 25 de marzo, refleja las divergencias sobre el futuro de la UE. Los más euroescépticos, con el Reino Unido y Polonia a la cabeza, no parecen dispuestos a hablar de grandes proyectos. Pero la UE suele avanzar a base de fijarse objetivos y plazos obligatorios, como el de ayer, y 2020 se va perfilando ya como una nueva cita clave, y nada lejana, de Europa consigo misma y con el mundo.

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