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Reportaje:

Cosa Nostra, cosa de dos

Andrea Rizzi

Los problemas se liquidan con calma. No hay que actuar sin pensar, ni dejar que las emociones te hagan perder el control. La lección que Angelo Conigliaro brinda a su nieto, del mismo nombre, no puede ser más clara.

-Joder, es que en un momento de nervios es difícil controlarse. Uno no sabe lo que se hace -dice el chaval.

Desde lo alto de su experiencia, el abuelo desgrana sus consejos:

-Siempre que te quede otra salida, no seas impulsivo.

Y para despejar dudas, pone un ejemplo:

El fiscal antimafia Paci lleva 15 años en Palermo, 15 años de coches blindados y guardaespaldas
Acudieron a plena luz del día unos 40 mafiosos. Los agentes observaban, pero no interveníanEn la provincia de Palermo sólo hubo una cincuentena de denuncias por extorsión en 2005
La Cosa Nostra es cosa de dos, de momento. De Lo Piccolo y Messina Denaro. Una diarquía
Las reglas son claras: un 'capo famiglia' o un 'capo mandamento' en la cárcel no pierde el cargo
En la provincia de Palermo sólo hubo una cincuentena de denuncias por extorsión en 2005

-Yo tuve que aguantar a un tipo durante cuatro años. Era una tortura, el muy cabrón. Cuatro años me aguanté, con tal de hacer las cosas bien. Y por fin, cuando estaba a punto de estrangularlo, me lloriqueaba... Así que le dije: "¿Por qué coño lloras ahora, cuando ya no hay remedio?". Cuatro años de tortura, y en un momento el tipo ya no existía.

Fin del problema. O casi. Porque hay que disolver los cadáveres en un tanque lleno de ácido. Eso es lo que prevé la ortodoxia de la Cosa Nostra: es mejor que la gente desaparezca; es mejor no dejar rastros, cuerpos, sangre; es mejor evitar disparos, ruidos, prensa. Así es un asesinato al estilo de la Cosa Nostra, la mafia siciliana. Y eso se logra haciendo las cosas con calma y "sin ser impulsivo". Una lección para el nieto de un hombre de honor.

Con toda su experiencia, sin embargo, el abuelo Conigliaro no se dio cuenta de que su lección estaba siendo escuchada por la policía italiana. Pese a sus 72 años y una larga trayectoria criminal, no supo evitar que le grabaran, ni que, a finales de enero, le detuvieran en Palermo, capital de la isla. A él y a otros 40 asesinos, criminales, empresarios "fuera de toda sospecha" y profesionales del clan Lo Piccolo. Todos ellos a las órdenes de Salvatore Totuccio Lo Piccolo, el nuevo rey de Palermo, el hombre que está volviendo a dejar a la gente de Corleone (patria chica de Don Vito, El Padrino de Coppola) en la periferia mafiosa tras dos décadas y media de dominio absoluto. Sin perder la calma, sin dejarse llevar por los impulsos.

Después de la captura hace casi un año del capo dei capi Bernardo Provenzano, la Cosa Nostra necesita a un jefe que le releve en su función de jefe supremo, de árbitro de conflictos, de gran padrino. Y la candidatura de Lo Piccolo -de 64 años, fugitivo de la justicia desde hace 15- está sobre la mesa con una fuerza extraordinaria. Sólo hay otro hombre en el horizonte mafioso con una talla criminal parecida y que pueda plantarle cara: Matteo Messina Denaro, de 44 años, boss de Trapani, ciudad del oeste de Sicilia.

La Cosa Nostra es cosa de dos, de momento. De Lo Piccolo y Messina Denaro. Una diarquía. Pero los investigadores describen la situación como transitoria, aún por definir. Los huecos dejados en la estructura mafiosa por las 200 detenciones de los últimos ocho meses tan sólo en la Sicilia occidental se van cubriendo poco a poco. En silencio, cambiando los equilibrios. En ese cuadro, si Messina Denaro es estable, Lo Piccolo se extiende como una mancha de aceite sobre el mapa de la isla.

"Si me pedís un nombre después de Provenzano, digo Lo Piccolo", afirmó públicamente el jefe de la policía de Palermo, Giuseppe Caruso, hace tan sólo unas semanas. Aunque la predicción resulte cierta, ¿cómo será la transición?

Hay que remontarse a los años setenta para encontrar una etapa en la que la Cosa Nostra no haya sido gobernada por un solo capo. Estaba entonces al mando un triunvirato compuesto por un corleonés (Luciano Leggio) y dos palermitanos (Stefano Bontate y Gaetano Badalamenti). La alianza acabó como la de Pompeyo y César 21 siglos atrás: en una guerra civil, sin cuartel como todas, que se cobró más de mil víctimas entre 1981 y 1983. Bontate pagó con su vida y los corleoneses salieron ganadores.

Equilibrio frágil

"Hasta ahora, Lo Piccolo y Messina Denaro se han respetado, pese a ser dos hombres de generaciones y estilos diferentes", cuenta en su despacho palermitano Antonino de Santis, el policía que dirige la sección contra el crimen organizado en Sicilia occidental.

Lo Piccolo tiene un perfil clásico y discreto. En cambio, "Messina Denaro es un hombre que ama las mujeres, los coches, viajar , vestir bien y... hasta la Play Station, que encontramos en un refugio que había abandonado poco antes", relata De Santis. Pese a estas diferencias, su manera de entender la Cosa Nostra y sus negocios es similar. Ambos han respetado las reglas, las áreas de influencia. "Las cuestiones que trascienden los respectivos ámbitos territoriales las han resuelto hasta ahora comunicándose, negociando, poniéndose de acuerdo", explica el policía. ¿Hasta cuando seguirá siendo así?

"La Mafia es un anti-Estado", prosigue De Santis, "y, como tal, además de una estructura jerárquica rígida, tiene divisiones territoriales claras y mecanismos de negociación para evitar roces. Tiene reglas. Y sanciones. De momento no tenemos señales de que esté a punto de estallar un conflicto. En parte, porque están demasiado debilitados y acosados. Pero eso no garantiza el equilibrio. Es difícil hacer previsiones. Es organizado, sí, pero antes que nada es crimen".

Las salvajadas de la guerra de los corleoneses parecen lejanas. Pero Nápoles, con centenares de muertos por choques entre familias de la Camorra en los últimos años, enseña que las guerras mafiosas no son todavía historia en Italia.

¿Qué pasará con la actual dirección bicéfala?

Lo Piccolo está adquiriendo una gran fuerza. Hasta la operación policial de finales de enero, su ascenso ha sido continuo.

En su despacho en el tribunal de Palermo -un búnker en el corazón de la ciudad-, el fiscal antimafia Gaetano Paci describe al capo en torno al cual se están aglutinando muchas familias descabezadas de la Cosa Nostra. Además de Provenzano -fugitivo durante más de 40 años y capturado gracias a un complejo sistema de cámaras ocultas ubicadas en Corleone-, entre los 200 detenidos de los últimos meses hay al menos 13 capi famiglia y 7 capi mandamento (unidad que aglutina tres familias territorialmente cercanas): cargos relevantes en la rígida estructura jerárquica.

Paci habla con conocimiento de causa: él es el culpable de muchas de esas detenciones, entre ellas las de la operación de enero contra el clan Lo Piccolo. Lleva 15 años en Palermo; 15 años de restricciones, coches blindados y guardaespaldas; 15 años de vida que, como los de muchos colegas suyos, hacen que la fiscalía de Palermo, más que un búnker en el corazón de la ciudad, parezca el mismo corazón de la ciudad.

"Lo Piccolo es un hombre de honor con una historia peculiar. Procede de una familia mafiosa de escasa relevancia, palermitana además". Todo lo contrario de Messina Denaro, vástago de una familia noble y aliada desde el principio con los corleoneses.

"Cuando a principio de los años ochenta empieza la guerra entre corleoneses y palermitanos, Lo Piccolo está en el bando equivocado. Pero es un hombre que sabe oler el viento, sabe donde colocarse y lo demostrará muchas veces a lo largo de su historial criminal. Abandona el barco antes de que empiece a hundirse. Los corleoneses le perdonan la vida", cuenta Paci.

"Tras las matanzas de los años ochenta, Lo Piccolo procura llevarse bien con los corleoneses", prosigue el fiscal Paci. Su buena relación con Provenzano ayuda a su crecimiento. Lo Piccolo mantiene las actividades tradicionales (como las extorsiones) y se dedica a "ampliar el abanico de actividades aparentemente legales en las que reinvierte su recaudación, como la especulación inmobiliaria, el transporte y comercios".

Pero más que la buena relación con Provenzano -que se evidencia también en cierta correspondencia mantenida entre ambos-, lo que sobre todo abre el camino a Lo Piccolo es la detención de muchos de sus rivales. Éste aprovecha las detenciones para colocar hombres de su confianza al mando de las familias.

"Las reglas de la Cosa Nostra son claras: un capo famiglia o un capo mandamento en la cárcel no pierde su cargo", explica Paci. "Aun así, es necesario nombrar gerentes pro tempore, que suelen elegirse entre los afiliados estrechos colaboradores del capo encarcelado".

Lo Piccolo logra en muchos casos nombramientos de personas que por su estatus mafioso no serían elegibles. "No siempre se respetan las formas en la Cosa Nostra..., y no siempre los cargos formales reflejan el poder real. El mismo Lo Piccolo, formalmente, es sólo un capo famiglia", observa Paci. Eso significa que, en teoría, debería tener por encima un capo mandamento y, más arriba aún, la comisión provincial y la cúpula regional. Sin embargo, de hecho, es él quien manda. Empezando por su feudo: el noroeste de Palermo.

Las cumbres de Carini y Torretta

Es allí, al noroeste de Palermo, donde hay que moverse para entender qué pasa en la Cosa Nostra de la época posterior al dominio de Corleone. Hay que pasearse por las barriadas populares del norte de Palermo, de donde procede Lo Piccolo; entre las torres de pisos que se erigen como monumentos a la especulación inmobiliaria mafiosa de los años sesenta; entre las tiendas notoria y extensivamente sometidas a extorsión, hoy como hace 10, 20 o 30 años. En 2005 hubo 780 tiendas incendiadas o dinamitadas en la provincia de Palermo. La federación nacional de comerciantes calcula que el 70% de los negocios está sometido a extorsión.

Mejor todavía puede ser, para comprender la realidad, pasearse entre los coches viejos y mal aparcados de la plaza de la estación ferroviaria de Carini, un pueblo de 24.000 habitantes a unos 15 kilómetros al este de Palermo. Territorio de Lo Piccolo. La plaza -con pocas aceras, inmuebles feos y prácticamente sin tiendas- podría ser una fotografía como otras de Sicilia, una región cuya renta per cápita es el 73% de la media de la UE de Los Quince (frente al 138% de Lombardía, la región de Milán).

Pero es más que eso.

En una de sus esquinas se encuentra Locanda San Giorgio, un restaurante con un gran comedor y amplios ventanales velados por cortinas. Aquí, y en el Vecchio Mulino de Torretta, a cinco kilómetros, Salvatore Lo Piccolo organizó en el verano de 2003 dos cumbres mafiosas extraordinarias. "Acudieron a plena luz del día una cuarentena de mafiosos simultáneamente", recuerda De Santis. "Los afiliados llegaban, se saludaban con besos

[hay fotos tomadas por la policía que lo demuestran] y dejaban a sus chóferes en los coches aparcados ante los restaurantes".

Los agentes observan desde lejos el desfile de película, pero no intervienen. Lo Piccolo no está. Y hay que acumular más pruebas para sostener un juicio. Tardarán casi cuatro años en lograrlas, hasta la operación de finales de enero.

Entre los asistentes a las reuniones hay miembros de la familia Inzerillo, a la que los corleoneses expulsaron de Sicilia en los ochenta. Lo Piccolo apadrina su regreso en contra de la opinión de muchos clanes. Una apuesta arriesgada que provoca tensiones en Palermo. El mismísimo capo dei capi Provenzano duda en tomar una posición al respecto, como se deduce de sus cartas sobre el tema.

Posiblemente la cuestión Inzerillo está en el orden del día de las cumbres, aunque la policía no tiene ninguna certeza al respecto. Las reuniones en sí, sin embargo, ya dicen mucho. De Lo Piccolo, de su actitud negociadora, de su prudencia, de sus alianzas con la mafia de Estados Unidos (un activo importante en su recorrido hacia la cúpula). Pero también de su control sobre el territorio.

Nadie denunciará a la policía las dos excepcionales cumbres, al igual que ninguno de los muchos empresarios y comerciantes extorsionados por el clan Lo Piccolo informará el acoso sufrido ni siquiera después de las detenciones de enero.

En la provincia de Palermo sólo hubo una cincuentena de denuncias por extorsión en 2005. Y el reportero que se acerca a la plaza de la estación de Carini cosecha más miradas que respuestas.

En las calles y plazas de Sicilia, la Cosa Nostra, acosada, se reorganiza. Con calma, y sin ser impulsiva. De momento.

Dos mafiosos se saludan con un beso en la frente en la cumbre celebrada en un restaurante en las afueras de Palermo en 2003. Asistieron unos 400 hombres <i>de honor</i>.
Dos mafiosos se saludan con un beso en la frente en la cumbre celebrada en un restaurante en las afueras de Palermo en 2003. Asistieron unos 400 hombres de honor.
EL PAÍS

Sangre y fuego para el ritual de iniciación de los 'hombre hechos'

LAS NUMEROSAS DETENCIONES de los últimos años han debilitado a la Cosa Nostra. Los 2.111 inmuebles y empresas que el Estado tiene incautados a familias mafiosas también representan un duro golpe. El régimen carcelario especial aplicado a 188 presos mafiosos dificulta el flujo de las comunicaciones en la organización criminal. Todos estos hechos, sin embargo, no han alterado su presencia en el territorio, sus reglas de funcionamiento y su excepcionalmente articulada estructura.

"Nos consta que sigue habiendo un ritual de iniciación a la Cosa Nostra", aseguran investigadores de la sección contra el crimen organizado de la policía de Palermo. "No sabemos exactamente en qué consiste, posiblemente cambie ligeramente según las provincias, pero, desde luego, todavía existe".

Los relatos de los arrepentidos dibujan un ritual que presencian varios hombres de honor. Uno de ellos apadrina al neófito, al que se pincha un dedo con una aguja para dejar salir unas gotas de sangre. Las gotas tienen que manchar una imagen de la Madonna o de un santo. El aspirante, mientras sujeta la imagen en llamas, tiene que repetir tres veces: "Que mi cuerpo se convierta en cenizas como esta imagen si traiciono a la Cosa Nostra".

"Entre ellos se llaman hombres hechos, nunca hombres de honor", explican los mismos investigadores. Tampoco hablan de mafia, sino de Cosa Nostra. "Cada vez más, la Cosa Nostra cuenta con agentes externos para desarrollar sus empresas criminales", explica Gaetano Paci, fiscal antimafia. "Muchas familias subcontratan, por ejemplo, el negocio de la droga a externos que supervisan las operaciones y a los que se cobra luego un porcentaje".

Sin embargo, pese a esas colaboraciones, las dos esferas no se mezclan. Las jerarquías mafiosas resultan asombrosamente articuladas y definidas. Ésa es la marca de la casa, la característica que distingue la Cosa Nostra de la Camorra napolitana, por ejemplo, y de prácticamente cualquier otra organización mafiosa.

Los hombres de honor están organizados en grupos de diez, y pertenecen a familias. El capo familia cuenta con consejeros, que asumen funciones superiores si el boss no pueda actuar. Tres familias territorialmente cercanas forman un mandamento. Los mandamenti están representados en las comisiones provinciales. La comisión reina es, tradicionalmente, la palermitana. Por encima de ellas está la cúpula regional. Y, normalmente, un capo dei capi. O una diarquía, o un triunvirato.

Cosa Nostra, SA

Extorsión, droga y especulación inmobiliaria: un negocio de 30.000 millones de euros

Cosa Nostra, SAa Cosa Nostra es una sociedad anónima criminal con una cifra de negocios que en 2004 se situaba alrededor de los 30.000 millones de euros, según un estudio del centro de investigación italiano Eurispes. La cifra supone algo más del 3% del PIB español. Extorsiones, especulación inmobiliaria y droga son los ejes principales de su actividad, aunque este último esté en declive.

La franja de tierra que separa Carini y Torretta -dos pueblos a pocos kilómetros de Palermo en donde el boss Lo Piccolo organizó dos cumbres mafiosas en 2003- del centro de la capital de la isla es suficiente para hacer evidente esa actividad para quien quiera verla. La Cosa Nostra, a diferencia de la Camorra napolitana, se resiste a operar fuera de su territorio, de Sicilia. Es prudente por naturaleza. Por ello, a los investigadores no les consta actividad o inversiones en España u otros países. En esta franja de tierra está todo lo que hay que ver.

El viaje puede empezar por el Ayuntamiento de Torretta, es decir, por uno de los 49 disueltos por el Estado en Sicilia desde 1991 por infiltración mafiosa. Un caso no precisamente excepcional en una región cuyo presidente, Salvatore Cuffaro, del centro-derecha, está procesado por connivencia con la Mafia.

"La Cosa Nostra está en política ahora más que nunca", denuncia Rita Borsellino, símbolo del movimiento antimafia, hermana de Paolo Borsellino, juez asesinado en 1992 y candidata a la presidencia de Sicilia en 2006. "No hay voluntad política de acabar con la Mafia. La hubo con las Brigadas Rojas. Éstas fueron derrotadas; la Cosa Nostra, no", comenta en su apartamento. Ante el portal del edificio hay un árbol. Alrededor, flores y mensajes. Allí fueron asesinados Borsellino y su escolta.

En este sentido, no sorprende que, cada uno por su lado, el fiscal antimafia Gaetano Paci -que coordinó con otros colegas las investigaciones en el caso Cuffaro- y el policía Antonino de Santis denuncien con idénticas palabras cómo el apoyo a su trabajo es total sólo mientras acosan al ala militar y sucia de la Cosa Nostra. Sin embargo, cuando tocan la vertiente burguesa, empresarial, profesional y política, las cosas son diferentes.

La línea de costa que se extiende entre Torretta y la casa de Borsellino también tiene mucho que decir. Con su urbanismo salvaje y sus hotelitos decadentes, es el reflejo de una región que no logra ni proteger ni aprovechar bien su belleza. El cercano aeropuerto de Palermo tuvo 4,2 millones de pasajeros en 2006. El de Palma de Mallorca, 22,4 millones.

La relación Mafia-especulación inmobiliaria es algo que viene de lejos, hay sentencias que sancionan casos de corrupción ya a partir de los años sesenta. Y sigue. "Es uno de los sectores privilegiados", explica Paci. "De él sacan dinero con la extorsión pura y dura, imponiendo sus empresas como proveedores, o exigiendo la contratación de su gente. En él reinvierten su dinero". De 176 empresas confiscadas por pertenecer a mafiosos en los últimos 15 años, 94 eran del sector de la construcción.

"Ya no amañan tanto los concursos, una actividad muy compleja que el Estado intenta combatir a fondo. Prefieren esperar a que se adjudique la obra y extorsionar al ganador", precisa Paci.

La presencia mafiosa distorsiona y afecta a la economía en todos los niveles. "Las empresas mafiosas, para empezar, cuentan con capital a interés cero", observa De Santis. Además, la Cosa Nostra extorsiona a empresas y comercios de todo tipo y tamaño con la exigencia del pizzo, el impuesto mafioso. La extorsión es todavía hoy "un fenómeno generalizado", según señala Paci, "cuya recaudación sirve para mantener la tropa". Unos 400 euros para negocios normales. Entre 800 y 1.000 para tiendas importantes. 5.000 para un supermercado, 10.000 para una obra. Al mes. Ésas son las tarifas estándar, aunque los hombres de honor las ajustan caso a caso.

En pueblos de esta zona sucede que el dueño de un bar que encuentra el coraje para denunciar al primo que le extorsiona en nombre del clan local coseche, en lugar del apoyo de sus vecinos, el repudio y el aislamiento. Lo cuenta Roberto Perrotta, presidente de Addiopizzo, asociación formada por jóvenes palermitanos bajo el lema Un pueblo entero que paga el pizzo es un pueblo sin dignidad.

Perrotta -un barbudo ingeniero recién licenciado- y sus compañeros organizan fiestas en ese bar, traen amigos de Palermo para ayudar al dueño a resistir, consumiendo bebidas, arropándolo. Lo mismo hacen en Palermo, estimulando el consumo crítico, empujando a la gente a comprar en las tiendas de quienes resisten. A sostenerlas consumiendo. "No es verdad que un individuo solo no puede hacer nada en contra de la Mafia. Siempre puedes tomarte un café en un bar que no paga, en el restaurante de uno que ha dicho no cuando le han pedido 'una ayuda para los amigos que están en la cárcel'. Tiene otro gusto tomarte un café sabiendo que no estás dando diez céntimos a la Cosa Nostra, ¡joder!", estalla Perrotta.

La sede de Addiopizzo -un gran apartamento no muy distante del feudo de Lo Piccolo en Palermo-, los jóvenes voluntarios que la animan, son quizá la etapa más esperanzadora del pequeño recorrido entre Torretta y Palermo.

"Cuando los jóvenes le nieguen su apoyo, la Mafia será un mal sueño", dice Rita Borsellino en el sofá de su casa, citando a su hermano. "La Sicilia de verdad somos nosotros", cantan a menudo los chicos. Lo hicieron también delante de la comisaría central el día de la captura de Provenzano. Cuando el boss llegó, ellos le acogieron cantando "Siamo noi, siamo noi, la Sicilia quella vera siamo noi" ("Somos nosotros, somos nosotros, la Sicilia verdadera somos nosotros"). Y está claro que lo son, que ellos son Sicilia infinitamente más que los otros. Aunque no existan cifras exactas, se calcula que hay entre 5.000 y 7.000 afiliados a la Cosa Nostra. Sobre cinco millones de habitantes.

Ello no impide que las fiestas que organizan en bares resistentes sean todavía algo excepcional; que, cuando se apaguen las luces, regrese el agujero negro que atemoriza e impone, demasiado a menudo, su propia ley.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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