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Meigas y moscas en lejía

A cada cual su técnica y su estilo. Los 23 ilustradores reunidos en Cecebre para recrear en ilustraciones la novela El bosque animado se las ingeniaron para introducir innovaciones, algunas de ellas improvisadas sobre el terreno.

Xosé Cobas, a quien le tocó ilustrar el final de la narración, pintó en un panel de madera natural un árbol caído (La muerte de la fraga), pero con colores optimistas, "porque permanece la esperanza", dijo.

Colorista también resultó la imagen ideada que plasmó Oscar Villán del topo Furacroios, perdido en túneles subterráneos en busca de su enamorada.

La invasión de moscas que cuenta Wenscelao Fernández en su novela fue recreada por Xulia Barros, que recurrió nada menos que a la lejía para carcomer los colores de la cartulina y dibujar los insectos.

La lúgubre visita de "la moucha", la meiga de Cecebre, a Marica da Fame fue reinterpretada por Manel Cráneo como una viñeta de cómic que, pintada a lápiz, ofrece toda clase de detalles sobre la habitación de la pobre aldeana, moribunda, a pesar de los retratos de santos y ristras de ajos con los que se rodeaba para espantar a la muerte.

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