_
_
_
_
_
Elecciones presidenciales en Francia

Sarkozy acusa a sus rivales políticos de suplir con insultos la falta de argumentos

El candidato conservador celebra su mitin final en Marsella sin responder a las "polémicas histéricas"

Guillermo Altares

Nicolas Sarkozy decidió anoche no responder a los ataques que han marcado el final de una campaña que se ha endurecido conforme aumentaba la incertidumbre, atizada por los constantes vaivenes de los sondeos, que el candidato conservador sigue encabezando. Aunque tampoco pudo ignorar lo que calificó de "polémicas histéricas" e "insultos de los adeptos de lo políticamente correcto y del pensamiento único" en medio de los aplausos de miles de asistentes a su último mitin antes de la primera vuelta de las presidenciales, que celebró en Marsella.

"Quiero hablar a la Francia que no quema coches ni bloquea los trenes", dijo el candidato
Más información
Sarkozy se mantiene como favorito en los sondeos para las presidenciales francesas

"Uno no sale indemne de una campaña así. Los insultos, las mentiras... Las he padecido a fondo. Las insinuaciones, las malas intenciones, me ha sorprendido que se puedan inventar tantas mentiras sobre mí. Pero es lo que ocurre cuando los otros candidatos no tienen ideas, ni argumentos, ni convicciones, cuando no creen en nada y no trabajan, no tienen otro recurso más que el insulto", exclamó.

Banderas de Francia, un gran protagonismo de los jóvenes, vestidos con camisetas azul claro del Olympique de Marsella en las que podía leerse "Sarko team" ["equipo de Sarko"], una importante presencia de miembros del Gobierno y mensajes muy claros para tratar de desmontar las acusaciones de ultra que se han multiplicado en los últimos tiempos marcaron el último acto de masas del candidato conservador.

"Sarkozy me dio el orgullo de ser francés", dijo el primer telonero del acto electoral, el futbolista Basile Boli, cuya familia proviene de Costa de Marfil. El jugador habló varias veces de "la Francia multicolor", para dejar muy claro que Sarkozy no es equivalente al ultraderechista Jean-Marie Le Pen.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En apenas unos días, la revista Marianne, que ha pedido el voto para François Bayrou, ha agotado casi 400.000 ejemplares de un número dedicado a mostrar lo que llaman "el verdadero Sarkozy". "Queríamos simplemente decir que nos acordemos más adelante que hemos escrito que representa un formidable peligro para la concepción que tenemos de la democracia y de la República", asegura la revista al final de un largo artículo dedicado a atacar a Sarkozy desde todos los flancos. En cierta medida, Marianne rompió desde la izquierda la veda de los ataques personales contra el candidato conservador, centrados en la idea de que "Sarkozy es un peligro" para el país, tanto por su carácter como por sus principios.

Desde la ultraderecha, Le Pen ha multiplicado los golpes bajos y no se ha cansado de recordar que Sarkozy es hijo de inmigrantes húngaros y griegos. "Está sufriendo una intolerancia que nunca he visto en este país", había manifestado el miércoles en un mitin cerca de París la ex ministra y superviviente del Holocausto Simone Veil. "No pienso que sea una campaña sucia, es simplemente estúpida", expresaba anoche uno de los asistentes al mitin. "Es lamentable".

Durante la campaña, Sarkozy ha llegado a coquetear con algunas ideas próximas al Frente Nacional, consciente de que era un caladero importante de votos, pero en los últimos días ha centrado sus mensajes -y sus símbolos-. Aunque tampoco se ahorró los mensajes nacionalistas, que han centrado gran parte de la campaña, incluso de la candidata socialista Ségolène Royal.

"Sí, soy un francés de sangre mezclada que piensa que uno es francés en proporción al amor que se siente por Francia, del compromiso con sus valores de universalidad, de tolerancia, de respeto a la persona humana, de fraternidad", exclamó en medio de gritos de "Sarkozy presidente".

Como lleva haciendo desde hace meses, el candidato conservador pronunció un discurso más propio de un político que viene de la oposición y no de alguien que ha ocupado responsabilidades de Gobierno en los últimos años -fue ministro del Interior hasta pocas semanas antes del principio de la campaña-. "Quiero hablar a la Francia que no quema coches y no bloquea los trenes", manifestó en un mitin lleno de referencias tanto a la seguridad como a los cambios que cree que necesita su país, en los campos de la seguridad, la economía (criticó la gestión del euro y los peligros de la globalización), la educación o el coste de la vida. "Quiero vivir un nuevo sueño francés", exclamó, tras recordar el sueño de Martin Luther King.

La virulencia del final de la campaña es un signo más de que todos los candidatos están tocados por el fantasma de 2002, cuando contra todo pronóstico Le Pen pasó junto a Jacques Chirac a la segunda vuelta, por la posibilidad de que los sondeos se equivoquen. La sensación general es que nadie, ni siquiera Sarkozy, al que todas las encuestas sitúan en primer lugar desde el principio, con un más que decente 28%, según los últimos datos, tiene garantizada su presencia en la segunda vuelta.

Nicolas Sarkozy estrecha las manos de sus seguidores durante su mitin de ayer en Marsella.
Nicolas Sarkozy estrecha las manos de sus seguidores durante su mitin de ayer en Marsella.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_