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La última de las 1.650 grandes piezas del LHC está ya colocada en el túnel de 27 kilómetros

La máquina está hecha de equipos superconductores y funciona a 271 grados bajo cero

El acelerador de partículas LHC es, esencialmente, un anillo de 27 kilómetros de largo formado por 1.650 grandes imanes superconductores, piezas con forma de tubo y varios metros de longitud cada uno. Los potentes campos magnéticos de estos imanes guiarán y enfocarán las haces de partículas (protones) aceleradas en sus trayectorias circulares, haciéndolas chocar dentro de cada uno de los cuatro detectores. Son imanes de varios tipos, todos ellos de altísima precisión y tecnologías avanzadas, y uno por uno se han ido probando en el CERN antes de bajarlos al túnel que aloja el acelerador para irlos uniendo allí dentro. El último gran imán se bajó hace unos días, marcando un hito en este proyecto internacional de gran ciencia que debe empezar a generar datos de interés científico el año que viene.

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Todo el material del LHC entra desde la superficie por ocho pozos perforados hasta el túnel (a una profundidad que varía según el sector entre 50 y 150 metros). "Más de 35.000 toneladas de material se han bajado hasta el túnel sin sufrir desperfectos, se han transportado hasta 15 kilómetros por dentro del mismo y se han colocado en su sitio con una precisión de una décima de milímetro", explicó en un comunicado del CERN Lyn Evans, líder del proyecto. "Es un logro fantástico".

El coste del LHC ronda los 2.000 millones de euros y participan en el proyecto todos los países del CERN, incluida España, así como otros socios, como EE UU, China, Japón o Rusia, dado que no existe otro acelerador en el mundo equiparable.

Las colisiones de partículas en la nueva máquina, cuando entre en funcionamiento, alcanzarán una energía 70 veces superior a la del acelerador anterior, el LEP, que funcionó en el mismo túnel hasta 2000. Si el LHC estuviera formado por imanes convencionales en lugar de superconductores, haría falta un acelerador de 120 kilómetros de largo para alcanzar la misma energía y un gasto de electricidad no asumible, explica el CERN. La tecnología de superconductores permite que pase la corriente sin apenas resistencia eléctrica por los equipos, creándose un potente campo magnético con imanes de tamaño comparativamente reducido.

Para mantener la superconductividad de los imanes (cuyos componentes se han fabricado en un centenar de empresas de varios países) es clave el sistema criogénico, que mantendrá todo el anillo de 27 kilómetros a 271 grados bajo cero. Por ello, también ha sido muy celebrado en el CERN el reciente ensayo con éxito del sistema de criogenia, en el que se ha logrado alcanzar dicha temperatura no en equipos aislados, como se había hecho en pruebas precedentes, sino en todo un sector del acelerador, de 3,3 kilómetros de longitud (un octavo del anillo). Aún así, es ya la mayor instalación superconductora del mundo, afirma el CERN.

Al ultraenfriar los equipos, se contraen. Son tres milímetros por metro de contracción de las estructuras de acero, lo que significa que cada sector de 3,3 kilómetro se encoge 9,9 metros y los ingenieros del LHC han tenido que insertar dispositivos especiales en el anillo para compensar el efecto, siempre manteniendo la precisión microscópica necesaria de los haces del acelerador para lograr las colisiones de partículas.

Montaje del detector ATLAS del acelerador de partículas LHC.
Montaje del detector ATLAS del acelerador de partículas LHC.CERN

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