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Reportaje:Elecciones 27M

Vivaldi y lágrimas en el túnel

El alcalde inaugura emocionado el último tramo del soterramiento de la vía de circunvalación, el proyecto estrella de su mandato

Jesús Sérvulo González

"Se acabó. Porque yo me lo propuse y sufrí, como nadie ha sufrido en mi piel"... la popular canción de María Jiménez fue idónea ayer para que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, estrenase el último túnel de su proyecto estrella: el soterramiento de cerca de 56 kilómetros de la M-30.

Gallardón no cantó, ni siquiera recitó la letra, pero a tenor del entusiasmo que mostró durante el acto de inauguración, la canción hubiera sido más oportuna que la 'Primavera', de las Cuatro Estaciones de Vivaldi, que recibió a los tres autobuses que formaban la multitudinaria comitiva municipal. Una quincena de paneles con los tramos más importantes del megaproyecto, que ha costado 3.508 millones de euros, decoraba el interior del último subterráneo, el túnel sur del bypass sur, un itinerario exprés de 4,2 kilómetros, entre el estadio Vicente Calderón y la avenida del Mediterráneo.

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Este túnel enlaza con otros subterráneos reformados y permite recorrer en coche más de 12 kilómetros sin ver el sol, desde la avenida de Portugal hasta la carretera de Valencia (A-3). Por eso, Gallardón asegura que es el túnel urbano más largo del mundo.

A dos días de la apertura de la campaña electoral, el alcalde inundó el último tramo del túnel con la frase "compromiso cumplido". Era una clara alusión a un proyecto que se ha topado con muchos obstáculos, "técnicos y de otra naturaleza...", según dijo.

Este último túnel permite evitar el nudo sur, uno de los puntos con más tráfico de la ciudad, por donde circulan cerca de 260.000 vehículos a diario. Además, los conductores se ahorrarán 1,5 kilómetros. Para horadarlo se ha necesitado la presencia de la tuneladora más grande: Tizona, un monstruo de acero que ha horadado 46 metros diarios durante seis meses. En parte por eso, sólo este tramo ha costado cerca de 622 millones de euros.

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El regidor no ocultó su alegría. "Se nos ve contentos porque estamos contentos", proclamó nada más comenzar su discurso. Tanto fue su alborozo que la emoción pudo con él y se le escapó una lágrima.

Mientras, vecinos del nudo sur siguen con su crítica de las chimeneas de expulsión de humos de los subterráneos.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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