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ROBERTO NAVIA | Investigación | Entrega de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo

"Ojos amarillos cargados de tristeza"

Roberto Navia se encontró muchas historias grises mientras buceaba en la explotación de miles de ciudadanos bolivianos que, huyendo de su país en busca de un futuro mejor, se encontraron, en realidad, ante las puertas del infierno. "Gente esclavizada durante cinco años, sin salir de un oscuro sótano, enfermos de tuberculosis, ojos amarillos cargados de tristeza". Eran los trabajadores contratados por las mafias de Buenos Aires y São Paulo que encuentran en los inmigrantes bolivianos la mano de obra más barata en talleres clandestinos de confección. Navia, de 31 años, recordó ayer en Madrid el aterrador viaje de un mes, que le llevó en tren, desde su ciudad, Santa Cruz (Bolivia), hasta Puerto Suárez, en la frontera con Brasil. Y de allí en autobús hasta São Paulo. "Una ruta difícil. La policía brasileña cree que todos los bolivianos somos narcotraficantes si no demostramos lo contrario".

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Navia quería descubrir el rentable tráfico de seres humanos. Se hizo pasar por buscador de empleo, en unas ocasiones, en comerciante, en otras, y, las menos, -"cuando el ambiente no era muy duro"-, en periodista, su verdadera profesión. Buscaba entrevistar a esclavos y a esclavizadores. Y los encontró. Plasmó sus historias en el reportaje especial de 11 páginas publicado en El Deber de Santa Cruz, que tiene 50 años de vida y una tirada que ronda los 40.000 ejemplares. Vio a gente que trabajaba desde las cinco de la madrugada a la una de la madrugada siguiente, con sus hijos pequeños -algunos, bebés- junto a unas madres pegadas durante horas y horas a una máquina de coser.

Con el reportaje ganador, Navia cumplía el objetivo de atender sus compromisos como ciudadano y como boliviano. "Seguiré caminando por donde caminen los bolivianos", explicaba ayer un periodista sencillo y valiente, que exponía de manera clara y rotunda su visión de la inmigración, un fenómeno "que golpea a los que se van y a los que se quedan". A su lado, su mujer, cámara en mano, que visita por primera vez Madrid, admitía que durante el mes que Navia pasó lejos del hogar tuvo miedo. Fue un viaje con muchos peligros, que nunca hubiera sido posible sin el apoyo de una beca de 800 dólares que le concedió una fundación boliviana. El Deber añadió otros 1.000 dólares para emprender la "ruta de la esclavitud".

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