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Reportaje:Cumbre del G-8

Nubarrones en la cumbre del clima

La UE estudia cambiar el sistema de comercio de emisiones de CO2

Salvo grandes sorpresas, de la cumbre del G-8 saldrá un texto cargado de buenas intenciones, donde los países más ricos del planeta dejarán por escrito la urgencia de luchar contra el cambio climático, sin alcanzar compromisos concretos de reducción de gases de efecto invernadero.

Los esfuerzos de la canciller alemana, Angela Merkel, por convencer a Estados Unidos -el país que más gases contaminantes vierte a la atmósfera- de que acepte esta semana en el balneario de Heiligendamm un compromiso de reducción de emisiones vinculante en el marco de Naciones Unidas para el día que expire el protocolo de Kioto, no han dado sus frutos. Y se multiplican ya las voces, incluida la de Merkel, que vaticinan una cumbre de mínimos, en la que los desencuentros prometen ganar protagonismo a los triunfos.

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Mientras, la UE ultima sus propuestas y trabaja en su estrategia para convertirse en líder mundial de la lucha contra el cambio climático. Los ministros de Medio Ambiente de los Veintisiete mantuvieron conversaciones este fin de semana y acercaron posiciones para cambiar el sistema de comercio de emisiones de dióxido de carbono -el principal causante del efecto invernadero-, que no ha resultado tan exitoso en la reducción de gases contaminantes como se esperaba. Hasta ahora y fruto del protocolo de Kioto, los Gobiernos europeos otorgaban a la industria una serie de derechos de emisión y las empresas vendían y compraban créditos a otras empresas según sus necesidades. Berlín plantea ahora una idea que hace tiempo que se baraja: que los Gobiernos los subasten en lugar de reglarlos, según explicaron fuentes comunitarias. Varios países europeos se mostraron de acuerdo.

Merkel aspiraba a que un acuerdo durante la cumbre del G-8 en el que se fijaran objetivos concretos de reducción de gases de efecto invernadero sirviera de base para las negociaciones sobre cambio climático de la ONU que comenzarán en diciembre en Bali. Parece que de momento no lo tendrá y la UE ya ha empezado a insistir en que las economías emergentes como China e India, exentas de cumplir con Kioto, asuman compromisos vinculantes a partir de 2012, como exige EE UU. El presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, pidió ayer que los países del G-8 (Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, EE UU y Rusia) actúen para combatir el cambio climático. Y subrayó que "ese compromiso debe extenderse a las economías emergentes con un rápido desarrollo".

Descartado un acuerdo relevante sobre cambio climático, a Merkel le queda la esperanza de salvar la cumbre arrancando abultados compromisos de ayuda a África, otro de los temas destacados de la agenda. Pero las noticias que llegan de este frente tampoco son muy alentadoras. Fue el mismísimo Banco Mundial el que el domingo puso negro sobre blanco lo que las ONG llevan semanas advirtiendo: que a los países del G-8 se les llena la boca de promesas durante las cumbres, que luego no cumplen.

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En el plano de las relaciones exteriores, los pronósticos también anuncian tormenta. El presidente ruso, Vladímir Putin, instalado en un clima propio de la guerra fría y con el enfrentamiento sobre el escudo antimisiles como telón de fondo, amenaza con crear aún más división entre las grandes potencias. La independencia de Kosovo promete ser centro de desavenencias en una cumbre precedida por multitudinarias protestas, que mantienen desde hace más de una semana a los servicios de seguridad alemanes en jaque.

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