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Zapatero fija objetivos con Merkel y alaba el europeísmo en Polonia

José Luís Rodríguez Zapatero se sumergirá hoy en el torbellino diplomático que la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, han generado para calentar los motores del Consejo Europeo llamado a perfilar el sucedáneo de Constitución que los 27 líderes de la UE deberían consensuar el 22 de junio. Será una inmersión breve, de apenas 12 horas. Pero intensa, porque visitará Berlín y Varsovia.

La capital alemana marca el paso y los límites de las reformas, de manera que Zapatero va allí a dejar constancia de sus objetivos irrenunciables -no muchos- en un almuerzo con Merkel. Varsovia es, en cambio, el baluarte de la resistencia al cambio, la mina flotante que amenaza con hundir la unanimidad indispensable para cualquier acuerdo. El presidente cenará con el primer ministro, Jaroslaw Kaczynski, al que tratará de convencer de que un veto obcecado implica serios riesgos para Polonia. No está previsto que vea al presidente, Lech, gemelo de Jaroslaw, pues, al haber acortado su viaje, no le quedará tiempo.

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La escala previa en Berlín servirá para comprobar el estado de la negociación y reafirmar la confianza, plena hasta ahora, que España ha puesto en los alemanes. Hay tres puntos en los que Zapatero habrá de insistir: sin reducción sustancial del ámbito de decisión por unanimidad, sin un mecanismo para que la Carta de Derechos Fundamentales deba ser aplicada por los tribunales o sin la creación del ministro de Exteriores comunitario, es difícil que España suscriba un acuerdo. Merkel coincide con estos criterios. Y comparte, sobre todo, el temor a que los gemelos polacos arruinen sus esfuerzos.

No está claro qué puede aportar el presidente a la negociación con el polaco ni por qué Jaroslaw habría de ablandar ante él la coraza que ayer opuso a Sarkozy. Zapatero no comparte, como éste, ideología y fervores atlantistas con los hermanos Kaczynski. Es más, la legalización del matrimonio homosexual le sitúa en las antípodas del clima homofóbico y católico integrista que ha brotado en torno a los dirigentes polacos.

El punto de encuentro de España y Polonia deriva de su dimensión común de países de tamaño medio, un dato que les convierte en competidores naturales pero que les hizo ir de la mano en la negociación del Tratado de Niza. Ambos fueron los privilegiados del sistema de decisión adoptado hace siete años. Pero los polacos siguen siendo hoy 38 millones, mientras que la población española ha llegado a los 44. El dato da ventaja a España sobre Polonia bajo el sistema decisorio de doble mayoría introducido por la Constitución de 2004, que Alemania quiere conservar ahora a toda costa.

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El mejor servicio que Zapatero podría rendir a Merkel es dejar claro a Polonia que España nunca le acompañará para reabrir el debate sobre el sistema decisorio del Tratado constitucional, que consagra la supremacía alemana. También es probable que insista en los riesgos que el bloqueo prolongado de la Unión representaría para los más de 60.000 millones que Varsovia va a recibir como ayudas, y en las ventajas que el buen comportamiento con la Unión reportó a España. Pero todo indica que el objetivo de los Kaczynski, y su propuesta de medir a los socios por las raíces cuadradas de sus poblaciones, sigue siendo evitar el acuerdo a cualquier precio. Lo han dicho incluso en público: Alemania y Francia tienen mucha prisa, pero Polonia no siente ninguna urgencia de cerrar este asunto.

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