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Ataque contra las tropas españolas

La última medalla en vida

Miguel González

Dicen que los féretros de los seis soldados españoles muertos el domingo son de madera de cedro. Vienen del norte de Líbano, del mismo lugar de donde, según la prensa local, llegaron quienes les quitaron la vida. Lo hicieron en un día especialmente señalado, el 24 de junio.

La base Miguel de Cervantes, sede de la brigada multinacional este, se engalanó esa mañana para celebrar la onomástica del Rey. Y, también, la imposición de la insignia de la ONU a los miembros de la Brigada Paracaidista, que habían completado tres meses de misión y esperaban su relevo a principios de julio. Fue la última condecoración que ganaron en vida. La medalla de guerra libanesa y la del valor militar se las impuso ayer el jefe del Ejército de Líbano, General Suleiman, a título póstumo.

En una improvisada morgue, un equipo de seis guardias civiles, con ayuda de un odontólogo y un patólogo, acometía ayer la más ingrata de las tareas: certificar la identidad de los fallecidos. Mientras tanto, el ministro José Antonio Alonso se trasladó a Sidón para visitar en el hospital a los dos soldados heridos. Su propósito era repatriarlos ayer mismo, pero finalmente, aunque "están fuera de peligro", se decidió que continúen en Líbano su recuperación.

El ministro aprovechó el funeral para elogiar el "coraje y determinación" de los soldados. "Vuestro trabajo es probablemente más indispensable [en Líbano] que en ningún otro lugar del mundo", dijo.

Los cinco féretros salieron a hombros de sus compañeros y a los acordes de la saeta de Serrat, para a continuación iniciar el viaje de regreso a España.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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