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Reportaje:Vela | Copa del América

Tan rico como apasionado

Tras vender su imperio farmacéutico, Ernesto Bertarelli se centró en cumplir su promesa: volver a ganar la Copa

Nadia Tronchoni

Ernesto Bertarelli no se cree diferente. Lo tiene todo. Pero no se siente especial. "No me gusta cuando la gente piensa que las personas son diferentes por ser ricas. Es como decir que uno es diferente por tener los ojos azules", declaraba en una entrevista concedida a este periódico el dueño del Alinghi. A este hombre de negocios lo de la riqueza le viene de cuna, como quien tiene los ojos azules porque no se puede luchar contra el poder de la genética. Tampoco se lucha contra el destino. Aquél que le colocó al frente de la mayor empresa de biotecnología de Europa con sólo 31 años. Es la herencia que le dejó su progenitor cuando falleció de cáncer.

Tremendamente atractivo, felizmente casado con una belleza británica y con tres hijos, Ernesto Bertarelli es uno de los cien hombres más ricos del planeta -su riqueza fue estimada en la lista de multimillonarios de la prestigiosa revista económica Forbes en unos 6.500 millones de euros-, lo que le ha permitido hacer de su pasión, la vela, su principal ocupación de los últimos meses. Su dedicación fue incluso más intensa si cabe después de vender en septiembre del año pasado su imperio, la empresa Serono, a la alemana Merck. Durante su gestión al frente de la compañía, logró triplicar su facturación.

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Es un hombre reservado, muy familiar y amante de la quietud. Quizá fue la tranquilidad del mar lo que le enamoró y lo convirtió en un apasionado de la vela cuando, siendo aún un niño, contempló las calmadas aguas del lago Leman. Su padre, Fabio Bertarelli, le envió junto a sus tres hermanos a Ginebra cuando tenía ocho años.

Con el paso del tiempo, este tipo con suerte y enormemente preparado -se formó en las universidades de Boston y de Harvard- ha demostrado que no sólo tiene mano para los negocios, aunque la vela a este elevado nivel exija también muchos conocimientos empresariales. Ha demostrado, movido por la pasión, que su proyecto no depende sólo de un gran presupuesto, pues el del Oracle era mucho mayor. Quiso vender a su equipo que no todo se consigue con dinero. Aunque contemplando la victoria resulta difícil quitarle la etiqueta de equipo rico. Ha repetido hasta cansarse que no vino a Valencia a defender la Copa, "sino a volver a ganarla". Y eso ha hecho.

En esa ardua labor de no perder de vista el trofeo de Las 100 Guineas, que él consiguió traer de nuevo a Europa gracias a su triunfo en Auckland en 2003, han jugado un destacado papel dos nombres propios: Brad Butterworth y Ed Baird. A ellos especialmente dedicó el triunfo de ayer.

El primero ha sido su hombre de confianza y el gran triunfador en la batalla de esta 32ª Copa del América. Después de 40 años navegando, el neozelandés puede presumir de haber ganado cuatro veces este trofeo, el de la competición más antigua del mundo. Lo ha hecho, además, frente a sus compatriotas.

En esta edición ha cambiado a su compañero en la popa. Brad Butterworth ha sustituido a Russell Coutts -anterior caña del Alinghi y con quien compartió éxitos inolvidables- por Ed Baird.

El regatista estadounidense ha conseguido, tras soportar duras críticas en las regatas iniciales -no debió ser fácil reemplazar a Coutts-, inscribir su nombre entre los ganadores de la Copa. El propio Russell Coutts, en una entrevista concedida a este periódico, dijo que el Alinghi había cometido "errores impropios", en parte debidos a que se disolviera la sociedad que formaron Brad Butterworth y él "durante 25 años".

Baird llevó el timón del barco defensor hacia la victoria frente al equipo en el que se enroló por primera vez en esta fascinante competición, el New Zealand.

La Copa del América está repleta de anécdotas similares. Los neozelandeses, los simpáticos kiwis, ovacionados ayer por los miles de aficionados, no han podido desquitarse.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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