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Reportaje:

"Si aquí no hay clientes, iremos a otros sitios"

Las prostitutas de la Casa de Campo amenazan con trasladarse si el cierre del tráfico las perjudica

F. Javier Barroso

Domingo, dos de la madrugada. En un conocido restaurante de la Casa de Campo, un grupo multitudinario de personas celebra un banquete de boda. Suenan petardos y música de fiesta. Unos 50 metros en dirección al lago un grupo de mujeres se coloca en fila. Están apostadas junto a los coches. Visten minifaldas y zapatos altos. Son prostitutas que intentan captar algún cliente. Aseguran que el negocio ha bajado. Hay mucha policía que no para de solicitarles la documentación y de acosar a los eventuales clientes que se acercan a ellas. Todas ignoran que a partir de hoy se cierra al tráfico este pulmón verde de la ciudad. Se miran preocupadas. "Si aquí no hay clientes, iremos a otros sitios", afirman las afectadas casi al unísono.

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María es portuguesa, tiene 39 años y lleva 20 en España. Tiene dos hijos. Ejerce la prostitución desde hace unos seis años, cuando se separó de su marido. "Desde que empezaron los cortes en la Casa de Campo, nuestro trabajo ha ido de mal en peor. Hemos perdido muchos clientes", asegura con un acento característico.

Primero empezó junto a las pistas deportivas que hay junto al lago, pero poco a poco tuvo que marcharse hacia la avenida de Portugal. "Como nos hemos movido tanto, los clientes no saben ni dónde buscarnos. Y eso que cada una tiene sus fijos", añade María. "Desde luego, no se dan cuenta de que nosotras vamos a seguir trabajando. Será aquí o en otro lugar, pero si nos incordian mucho, habrá que irse. Puede ser incluso el centro de la capital o donde sepan nuestros clientes que estamos", remata.

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Según han aumentado los cortes, muchas meretrices se han largado de la Casa de Campo. Optaron por zonas más tranquilas como la entrada de Alcalá de Henares o la colonia Marconi. Otras volvieron a sus países. "Lo que tendrían que hacer es legalizarnos. Hay hombres y chavales que no tienen pareja y necesitan estar con una mujer. Aquí ya saben a dónde pueden venir", concluye María.

La decena de mujeres a las que preguntó este periódico la madrugada del domingo desconocían que a partir de hoy la Casa de Campo no tendrá coches. Todas se preocuparon y afirmaron que se marcharán a otros sitios. "Pero, ¿eso es cierto? ¿No va a pasar ningún coche más por aquí", no paraban de preguntar con gran inquietud. "Los que han decidido eso no se dan cuenta de que tenemos nuestros gastos y que tenemos que pagar una casa", explica Mijaela, una rumana de 20 años.

El panorama que se vivía ayer en la Casa de Campo era llamativo. Las mujeres estaban repartidas junto al lago y en los alrededores de los restaurantes más conocidos del recinto. Muchas se apostaban en medio de la carretera con la intención de captar a sus clientes. Las hay de muchas nacionalidades. De repente salen de la oscuridad tras unos enormes árboles. Al ver que los conductores no paran salen corriendo para evitar ser atropelladas.

La mayoría comparten el horario. En invierno suelen llegar alrededor de las seis de la tarde y aguantan hasta la medianoche. "En Madrid hace mucho frío en esos meses como para estar más tiempo. Además, a partir de esas horas ya no vienen clientes y es una pérdida de tiempo estar más aquí", asegura Daniela, una mujer rumana que lleva nueve meses en España y siempre se ha dedicado a la prostitución. En verano, por contra, retrasan su horario. Empiezan a trabajar alrededor de las diez de la noche y esperan hasta que amanece y comienza a funcionar el metro. El precio de los servicios oscila entre los 20 y los 25 euros, según lo que requiera el cliente. "Todas cobramos lo mismo", afirma María.

Todas aseguran que los días de más trabajo son de lunes a jueves. Los fines de semana, con la apertura hasta tarde de los restaurantes y de los chiringuitos de la Casa de Campo, no resulta "rentable". "Tenemos una media de siete u ocho clientes cada noche, aunque suele variar", añade Manuelle (nombre ficticio), una rumana de 20 años que ejerce la prostitución en España desde hace tres años. En los últimos tres meses ha estado en Madrid. Reconoce que en la Casa de Campo tiene más trabajo que en otros lugares donde ha estado, pero no le gusta el ambiente de la capital.

Las mujeres se quejan del acoso al que les somete la policía. La madrugada del sábado la intensidad de los registros de los agentes locales era enorme. Una decena de funcionarios pusieron un control en la rotonda que une los paseos de Puerta del Ángel y del Embarcadero, junto al lago. Paraban a todos los automovilistas que iban acompañados con una mujer que pudiera ser prostituta. Le obligaban a meterse en un recinto con conos y le pedían la documentación suya y la del vehículo.

"Eso nos lo hacen sobre todo los viernes y los sábados. No nos dejan estar en paz. Nos piden la documentación cada dos por tres para molestarnos. Muchas veces no podemos ni trabajar", protesta una mujer, que prefiere no dar su nombre.

Junto a la glorieta de la Puerta de Morera, la situación es peor. Las prostitutas, calzadas con llamativas botas blancas, se entremezclan con los clientes que salen de un bar terraza. A unos 20 metros, dos agentes de paisano del Cuerpo Nacional de Policía identifican a un grupo de hombres que van en un Renault Megane blanco. Se habían parado junto a dos chicas en la salida hacia la M-30 sur.

Cuando cierran los bares que hay junto al lago, alrededor de las dos de la madrugada, la policía impide seguir la circulación hacia esta zona. Los conductores tienen que dar la vuelta frente a la estación de metro. A esa hora, muchas mujeres se colocan en el paseo de Puerta del Ángel. Mientras, los clientes, escasos por ser festivo, no dejan de pasar muy despacio junto a las prostitutas. Es otra noche de trabajo en la Casa de Campo.

Un policía de paisano estudia la documentación de una prostituta en la Casa de Campo.
Un policía de paisano estudia la documentación de una prostituta en la Casa de Campo.BERNARDO PÉREZ
EL PAÍS

1.722 hectáreas con menos humo

Las 1.722 hectáreas que tiene la Casa de Campo (unos 313 campos de fútbol) se librarán a partir de hoy de los humos que vierten los 50.000 coches que han circulado a través de este pulmón verde. Tan sólo quedarán abiertas las calzadas que permitan la entrada al Parque de Atracciones, al Zoológico, al Teleférico, a las instalaciones deportivas y a la zona recreativa del lago. El resto, entre ellas las entradas por la Puerta de Rodajos, se quedarán sin coches.

Los cortes de tráfico se hacen ahora, según explicó el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, por tres motivos. Uno, el final de la reforma de la M-30. Dos, la construcción del túnel de la avenida de Portugal. Tres, la conclusión del juicio del 11-M, que se ha estado celebrando en un pabellón de los Recintos Feriales.

El problema, además de para las prostitutas, que temen quedarse sin clientes, lo tendrán los vecinos de Pozuelo de Alarcón y de Boadilla del Monte. Utilizan la Puerta de Rodajos para atravesar el pulmón verde y llegar a la capital.

Su enorme extensión lo convierte en el parque más grande. Era el jardin privado de Felipe II. Cada día pasan por este espacio unas 72.000 personas, que disponen de un circuito de bicicletas con una longitud de 11,5 kilómetros. Entre los animales que la pueblan destacan las liebres, los conejos, las ardillas, las urracas, las cotorras y las palomas.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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