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El incierto futuro del PNV

Un líder marcado por el pasado

La escisión del PNV de 1984 y los valores defendidos por sus dirigentes históricos han influido en la dimisión de Imaz

Luis R. Aizpeolea

La noche del 18 de diciembre de 1984 fue una de las más amargas de la vida política de Josu Jon Imaz. A sus 21 años asistió, como dirigente de las Juventudes del PNV, en Artea (Vizcaya), a la dimisión de Carlos Garaikoetxea como lehendakari, que terminó dividiendo a su partido en dos. Aquella fractura, especialmente dura en su territorio natal, Guipúzcoa, que rompió familias, marcó su vida política. Como también la había marcado antes la trayectoria y los valores humanos, democráticos y europeístas que defendieron los líderes del PNV de la República y la Guerra Civil, como Aguirre, Irujo, Ajuriaguerra y Landaburu. Algo propio de un pata negra del PNV como Imaz, que se afilió a esa organización en 1978, con tan sólo 15 años, y que redondeó su formación democrática y europeísta en su etapa de parlamentario europeo (1994-1999).

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Estas dos claves que Imaz ha interiorizado durante su dilatada vida política, explican el gran impacto que originó su irrupción como presidente del PNV, en 2003, y su dimisión.

Desde la Transición, no se había visto un presidente del PNV con una actitud tan firme frente a ETA, que llevó al proceso de final dialogado del terrorismo, con su claro rechazo a la negociación política con la banda. Y su convicción, también, de que sólo es posible construir Euskadi con nacionalistas y no nacionalistas, enterrando las tentaciones frentistas del nacionalismo.

Imaz ha sido el líder que más ha abierto al PNV al exterior. Ha mantenido excelentes relaciones con el Gobierno socialista. Lo ha intentado con el PP. Mantiene hilos con La Zarzuela. Y con el empresariado, con el que las tejió en su etapa de consejero de Industria y portavoz del Gobierno vasco, de 1999 a 2003. Su actitud le ha granjeado grandes simpatías fuera de Euskadi y serios recelos en el sector soberanista del PNV, encabezado por Egibar.

Pero su dimisión como presidente del PNV apunta más a una salida ordenada que a un desplante a su partido. Se va para asegurar la unidad del PNV porque sabe el rechazo que genera en el sector soberanista. No quiere que se repita un enfrentamiento entre dos candidaturas en las elecciones internas de diciembre, como hace cuatro años, entre pactistas y soberanistas. Quiere conjurar aquella escisión de 1984 que marcó su juventud política.

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Se va después de pactar con el sector soberanista la ponencia política, que ha coordinador una persona de su confianza, Joseba Aurrekoetxea. Sigue como portavoz y presidente del PNV de Vizcaya, Íñigo Urkullu, también de su confianza.

Habrá una sola ponencia y candidatura en diciembre. Todo apunta a que el nuevo presidente será próximo a Imaz -Íñigo Urkullu, Josune Aristondo...- y, previsiblemente, a sus convicciones, aunque es muy difícil que las defienda con su fuerza e impacto.

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