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Columna
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Equilibrios internos

Soledad Gallego-Díaz

Lo más interesante en este momento, para los vascos y para el conjunto de los españoles, sería saber cómo han quedado los equilibrios internos dentro del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y hasta qué punto el programa presentado ayer por el lehendakari Ibarretxe, y su "consulta habilitadora", se acomodan a los objetivos y necesidades de su partido. La renuncia de Josu Jon Imaz como presidente del PNV ha dejado bastante a oscuras al resto de los políticos españoles, incluido el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta el extremo de que escasea la información sobre el reparto real de poder dentro de sus filas. Quizás, la intervención de Imaz, prevista para mañana, dentro de los actos del Día del PNV, ayude a entender mejor lo que está pasando en el equipo dirigente, pero también es posible que los nuevos equilibrios no se puedan apreciar, de verdad, hasta el congreso del próximo mes de diciembre.

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El futuro de las consultas anunciadas por Ibarretxe puede depender más de lo que suceda dentro del PNV que de lo que pretenda Madrid. Llegado el momento, el Gobierno de la nación puede solicitar a los tribunales que invaliden la convocatoria y acusar, incluso, de prevaricación al lehendakari, por adoptar una decisión a sabiendas de que es ilegal. Pero, en cualquier caso, se habría planteado ya una situación de gran inestabilidad y tensión. La mejor posibilidad sería que el propio PNV paralizara la consulta. Por eso resulta tan importante saber cómo se desenvuelve el congreso y, sobre todo, qué resultado obtienen los nacionalistas vascos en las elecciones generales del próximo mes de marzo. (Y, en otro sentido, qué mayoría parlamentaria y qué necesidades de apoyos tiene el nuevo Gobierno de la nación).

El PNV ya no tiene más remedio que acudir a la campaña de marzo con Ibarretxe como protagonista y con su programa como gran oferta política. El anterior plan Ibarretxe, rechazado por el Congreso de los Diputados, le costó cerca de 140.000 votos en las elecciones autonómicas. No es fácil saber si esa tendencia se puede reproducir en las elecciones generales, pero es seguro que un nuevo bajón electoral llevaría a los dirigentes nacionalistas a tentarse la ropa. (¿Porqué dijo el lehendakari que el Nuevo Estatuto Político está vigente "política y jurídicamente", si no se aplica en ningún lado, ni en el propio País Vasco?).

Resulta llamativo el momento elegido por Ibarretxe para relanzar su plan soberanista, justo cuando faltan muy pocos meses para acudir a las urnas y para elegir al presidente del Gobierno de España. Da la sensación de que ni al lehendakari ni al PNV le importan cuál sea el resultado de las elecciones generales.

Por mucho que el Gobierno de Rodríguez Zapatero y el PSOE quieran minimizar el efecto del anuncio, acentuando su imagen de "ensoñación" y recordando lo que ya pasó con el primer plan Ibarretxe, es evidente que la nueva propuesta va a interferir en la campaña electoral y que puede favorecer más al discurso del PP que al del PSOE.

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Los socialistas se verán probablemente obligados a endurecer su lenguaje respecto a los nacionalismos y, en ese campo, los populares se encuentran siempre mucho más cómodos. El PP no ocultaba ayer que piensa dirigir todos sus esfuerzos a esa brecha. Su principal objetivo político es transmitir a los ciudadanos la impresión de que se ha producido un deterioro de la convivencia y, aun aceptando que los problemas actuales no son distintos de los que existían en su etapa de Gobierno, intentar desmentir la tesis de Zapatero de que es más rentable tratar con los nacionalismos a su manera que a la de los gobiernos anteriores.

Para Zapatero lo más importante es dejar claro que las propuestas de Ibarretxe son un problema "exógeno", que no tiene nada que ver con la campaña de marzo, en la que se elige presidente del Gobierno, y no otra cosa. Sus asesores aseguraban ayer que dejará absolutamente claro que jamás hablará con el lehendakari de algo que es ilegal, "como no hablaría con él de su intención de cometer un delito fiscal". El problema vasco, insisten en el entorno del presidente del Gobierno, no se podrá solucionar hasta que el PNV acepte que la única manera de llegar a un punto de acuerdo con el resto de España es, precisamente, a través de la Constitución, aunque eso suponga acatarla.

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