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El Kurdistán iraquí amenaza con responder a la invasión turca

Erdogan pide al Gobierno de Bagdad que destruya las bases del PKK

Francisco Peregil

Cada día que pasa parece más probable una invasión de Turquía en el norte de Irak, donde viven cinco millones de kurdos. Ayer, el Gobierno del Kurdistán iraquí amenazó con responder a la invasión, mientras el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, advertía a Irak que su país sólo quedará satisfecho cuando los terroristas kurdos en la región hayan sido destruidos.

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En la montaña del poder kurdo

De los cinco millones de kurdos que viven en el norte de Irak, unos 3.500 pertenecen al Partido Kurdo de los Trabajadores (PKK), organización considerada terrorista por Estados Unidos y la UE. Y a esos 3.500 es a los que pretende combatir Turquía. Si el pasado martes el Parlamento turco autorizaba a su Gobierno llevar a cabo la invasión del país vecino, ayer Erdogan aseguraba que su país sólo estará "satisfecho" cuando todos los campos de entrenamientos de los "terroristas" queden destruidos y sus líderes se hayan rendido.

Desde el otro lado de la frontera, el presidente del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, advertía que los kurdos iraquíes están determinados a responder a cualquier ataque contra su territorio. "Anunciamos a todos los protagonistas que si atacan la región, estamos absolutamente determinados a defender nuestra experiencia democrática, la dignidad de nuestro pueblo y la integridad de nuestro territorio".

Barzani añadió que "la región del Kurdistán no es responsable de la guerra en curso entre Turquía y el PKK. No aceptaremos ser involucrados en esta guerra".

En ocasiones anteriores en que Turquía penetró en el norte de Irak para castigar a la guerrilla, el Gobierno turco contó con la aquiescencia de Sadam Hussein e incluso con el visto bueno de Masud Barzani y su Partido Democrático del Kurdistán. Pero ahora ni la OTAN, ni Estados Unidos, ni la UE, ni Irak, ni el Gobierno de la región semiautónoma apoyan la incursión turca.

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"¿Para qué matarnos?"

En el pueblo turco de Silopi, en la frontera con Irak, casi nadie se muestra a favor de la invasión. Un paseante alega razones religiosas ("Somos todos musulmanes, ¿para qué vamos a matarnos?"); el dueño de una joyería hace referencia al bolsillo ("cada vez que hay conflictos, el comercio por la frontera se resiente y nuestras tiendas también"); el periodista local Halil Coskun alega la hermandad de los pueblos ("muchos soldados turcos son nacidos en esta zona y cuando entren a combatir al PKK tendrán que disparar contra sus propios amigos y familiares"). Y varios de los consultados se basan en el simple pragmatismo: "El Gobierno turco no es tan torpe como para hacer algo con la oposición de Estados Unidos".

Sin embargo, el ex alcalde de Diyarbakir, capital del Kurdistán turco, Abdullah Demirbas, señala que el Gobierno de Ankara daría una imagen de debilidad muy grande ahora si no hace lo que se ha comprometido a hacer. "Erdogan se ha visto forzado a pedir al Parlamento permiso para invadir Irak por la presión de los militares y de los dos partidos nacionalistas. Pero ya no tiene más remedio que seguir adelante. Aunque cause un terremoto político, económico y social", señala este miembro del pro kurdo Partido de la Sociedad y la Democracia (DTP), organización que por primera vez en su historia ha obtenido representación parlamentaria con 20 de los 526 diputados del Parlamento turco.

Su colega, el alcalde de Silopi, Muhsun Kunur, advierte: "Desde los años ochenta el Ejército turco ha entrado en Irak 24 veces para combatir al PKK. Y hasta ahora, no ha conseguido nada. Lo ha probado todo menos el diálogo".

Soldados turcos en la provincia de Sirnak, en el sureste del país.
Soldados turcos en la provincia de Sirnak, en el sureste del país.REUTERS

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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